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exclamó , lo que voy a intentar sería culpable en otra circunstancia de mi vida, pero no me es dado escoger, debo salvar a todo precio la vida de mi hija. Eran las once de la noche cuando el coche en que viajaba el intendente llegó a todo galope por el camino que conducía al castillo y se detuvo delante de la puerta.

Pero jurémonos que, suceda lo que suceda, volveremos a vernos. Si algún amor culpable quisiera hacer presa en ti, le responderás: «¿Soy capaz de olvidarle?

Así, mal que le pese a nuestro flamante parentesco, no podemos ser nunca amigos. Pero.... ¿Pero qué? Pero debemos extinguir hasta donde sea posible nuestros odios, considerando que hay un tercer culpable a quien corresponde parte muy principal de esta enorme carga de faltas que y yo llevamos....

Sería la única persona de la corte que lo ignorase. Además, me parece que has tenido sobrado tiempo para decírselo. Es verdad, tía; soy culpable de ese olvido. Pero no hay que extrañarlo continuó la voz agridulce . ¿Cómo ha de gustar de mi sociedad, ni de las personas de su clase, cuando todo el mundo dice que no trata más que con cómicas? Es falso respondió con sequedad la duquesa.

Esa ocasión ha llegado esta noche. Á usted, amigo Marenval, á quien he contado mi aventura, le pregunto; con la gran fortuna que usted posee, con su afición á las cosas que no son comunes, con el atrevimiento que muestra al contrariar, cuando le parece oportuno, las ideas corrientes, ¿quiere usted colaborar conmigo para rehabilitar á un inocente y confundir á un culpable?

«¡Las diez dadas! dijo con aquella voz tan severa que habría hecho estremecer a una piedra . Y no te has quitado el manto. ¿Es que piensas volver... de compras? El pobre Maxi, al despertar hace un rato, me preguntó si habías venido, y le dije que no. Me dio vergüenza de decirle que , porque habría sido preciso añadir que sólo con la manera de entrar te declaras culpable...

Comprendiendo el estado del espíritu de la pobre culpable, el ministro de más edad, que se había preparado para el caso, dirigió á la multitud un discurso acerca del pecado en todas sus ramificaciones, aludiendo con frecuencia á la letra ignominiosa.

La mísera engañada tiene noticia de su deslealtad, y acude corriendo á detener al culpable; pero llega tarde al puerto, en el momento en que el buque leva el áncora, y sólo oye á lo lejos las voces de su hijo que la ve y quiere volver con ella.

El culpable se huyó del cazadero, y nadie le vió más aquella tarde. Cuando el magnate dió la vuelta a casa le dijeron que había llegado a ella el perro. Don Jaime, en quien todavía persistía la cólera, dijo al criado: Coge ese perro, sácalo al campo, y pégale un tiro. El servidor se inmutó.

Ella era la culpable de todo, ella la que iba á tener el buque encantado en este puerto, quién sabe hasta cuándo, con su poder irresistible de bruja. ¡Ah, las hembras!... El diablo va como un perro faldero detrás de sus enaguas... Son la podredumbre de nuestra vida.