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Era, indudablemente, la divinidad del templo muerto, que había cambiado de forma para vivir sobre sus ruinas. Esta culebra debía tener veinte siglos. Por culpa de Ferragut no había podido tomarla entre sus manos... La habría hablado... Estaba acostumbrada á conversar con otras...

¿Por qué no dices a tu suegro dos palabritas acerca de mi pleito? Va a declarar como testigo. Además es el notario de la casa de Aransis. ¡Culebra! Quieres corromper al ave fénix de los notarios. No, no. Es justicia. Yo le pido que no se deje corromper por los de Aransis. Con eso me basta. No conoces a mi presunto suegro.

La gran culebra triste y oscura no acababa de encontrar guarida y seguía arrastrándose silenciosamente entre las sombras del crepúsculo. Los pedazos del lagarto que Pedro había matado se reflejaban aún en su lomo tembloroso y plomizo. Cuando llegó la pareja al palacio era ya noche cerrada. Fragmentos de un diario.

Lo mismo hace al hombre y otra cosa Una horrenda culebra, que es nombrada Curiyú; muy grande y espantosa, De largo, y de grosor descompasada. Lo que ha comido y traga no lo bosa, Ni echa por abajo: mas posada En tierra la barriga, se abre y echa Aquello que de nada le aprovecha.

Levantóse muy paso con su garrote en la mano, y al tiento y sonido de la culebra se llegó a con mucha quietud, por no ser sentido de la culebra; y como cerca se vio, pensó que allí en las pajas do yo estaba echado, al calor mío se había venido.

En el sitio que ocupa el pueblo habría quizá alguna culebra domesticada, y en ese caso de aquí vendría la etimología de aquella palabra, deducción lógica, siendo como es costumbre tener en muchas casas de Filipinas grandes culebras completamente inofensivas y en domesticidad, que hacen el oficio de gatos ó perros ratoneros.

Fernandito no leyó más: con la boca y los ojos muy abiertos quedóse largo tiempo suspenso, hasta que, levantándose de repente y entrando en su cuarto de vestir, cogió un bastón con puño de plata, una delgada caña de bambú nudosa y flexible que cortaba el aire con silbidos de culebra al esgrimirla con gran furia Villamelón, dirigiéndose presuroso y descompuesto a las habitaciones de la espiritual Currita, de la vaporosa Ofelia, de la sentimental María Stuard, a quien amenazaba, sin duda, en vez del poético lago o del dramático tajo, un trancazo soberano, una paliza descomunal.

Los que tenéis autoridad, abolid la cazuela: meted en ella el elemento masculino: la mujer sola se vuelve culebra en aquel antro aéreo. Aquella noche la cazuela dio cuenta de la reputación de mi tío y de la de Blanca.

Levantóse muy paso con su garrote en la mano, y al tiento y sonido de la culebra se llegó a con mucha quietud, por no ser sentido de la culebra. Y como cerca se vio, pensó que allí en las pajas, donde yo estaba echado, al calor mío se había venido.

Sueño fue, que hasta de allí a hora y media no volví en mi acuerdo. Voy a apañar mi sombrero para largar.... Lo mismo que todos nos habemos de morir y resucitar en la gloria del día del Juicio, me veo debajo una culebra más gorda que mi brazo drecho..., ¡con perdón! ¿Pero no que el izquierdo? interrumpió don Eugenio picarescamente.