Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 24 de junio de 2025
Ya me lo figuro. ¡Y que no serán cortos de tragaderas los curánganos de San Sebastián, compañeros y amigos de tu D. Romualdo! Todo lo que le diga es poco. Cuéntame: ¿qué les has puesto? preguntó ansiosa la señora, que gustaba de saber lo que se comía en las casas ajenas . Ya estoy al tanto. Les harías una mayonesa. Lo primero un arroz, que me quedó muy a punto. ¡Ay, Señor, cuánto lo alabaron!
Por último, no pudo mi hombre resistir el afán de explicarse, y preparando el terreno con un sin fin de zalamerías, le dijo: «Chiquilla, es preciso que me perdones el mal rato que te di anoche... Debí ponerme muy pesadito... ¡Qué malo estaba! En mi vida me ha pasado otra igual. Cuéntame los disparates que te dije, porque yo no me acuerdo».
Melchor se repetía amorosamente las últimas palabras con que Clota le había despedido la noche antes, cuando con las manos fuertemente tomadas y los ojos lánguidos y firmes, puestos en los de él, le había dicho: Hazme telegramas, escríbeme, escríbeme todos los días, cuéntame todo lo que hagas, y cuando vayas en viaje, cuando estés lejos, piensa que... estoy contigo... contigo para siempre... ¡para siempre!
Ya está visto esto, y apreciada la alhaja: vale mil doblones. ¡Mil doblones! No podía ser menos un regalo de rey. ¿Pero dónde te ha visto su majestad? Eso mismo pregunté yo á Montiño: ¿dónde me ha visto su majestad? ¿Y qué te respondió? Que no lo sabía. ¡Que no lo sabía! pero cuéntame desde el principio. Anoche, ya tarde, llamaron á la puerta.
Le conocí cuando yo servía en casa de D. Mauro Requejo..., y por cierto que el señor licenciado y yo tuvimos una cuestión con motivo de cierta jovencita..., una infeliz, señora, una desgraciada chiquilla, huérfana de padre y madre. A ver, cuéntame eso. Pues los Sres. de Requejo, que eran dos puerco-espines martirizaban a la damisela.
Digo que él salía de San Sebastián. Le vi venir de allá, mirando al reloj de Canseco. Yo estaba en la tienda. El tendero salió a saludarle. D. Carlos me vio; hablamos... ¿Y qué te dijo? Cuéntame qué te dijo. ¡Ah!... Me dijo, me dijo... Preguntome por la señora y por los niños.
Aguántate por ahora, Polidura, que con mi Juliana no se juega: le tengo más miedo que a una leona con hambre... Y cuéntame, ¿qué has hecho hoy?... ¡Ah! ya no me acordaba: mi madre quiere comprar una araña... ¡Una araña! Sí, hombre, o lámpara colgante para el comedor. Me ha dicho si sabemos de alguna buena y vistosa, de lance...
Tú has llorado. No, Máximo, no tengo nada. ¿Qué es lo que hay? Veamos... Bajando la voz, me dijo: ¡oh, soy muy desgraciada, mi querido Máximo! ¿Es verdad? Vaya, cuéntame eso, comiendo tu pan. ¡Oh! soy demasiado desgraciada para comer mi pan. Como tú sabes perfectamente, Lucía Campbell es mi mejor amiga, pues bien; hemos reñido mortalmente.
iY bien! dignate de hacer confianza de mi; cuentame algunas cosas para pasar el rato: te he oido hablar vagamente sobre lo que sucedio en otros tiempos en esta misma torre.
Al fin la cuarta se quedó. ¡Y qué lindamente comenzó a chupar el ángel mío! Me costaba trabajo no saltar de alegría... ¡como me cuesta ahora!... Pero seamos graves... seamos graves y cargantes como el señor conde... Dime, fastidioso, ¿cómo te has arreglado para traerla? Cuéntame. ¡Qué cara tenías ayer noche al abrir la puerta del salón! La cosa no era para menos.
Palabra del Dia
Otros Mirando