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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Antes de que la señora directora haya tenido tiempo de manifestar su opinión, otra señora de cierta edad se precipita en la estancia como un tanque; es la señora Labron, que anuncia la cuarentena tan verídicamente como si tuviera la fiebre amarilla a su lado.

Contra las afirmaciones en que conviene Gener con Núñez de Arce, nada tenemos que objetar; pero Gener complica dichas afirmaciones con no pocas otras de diverso carácter y procedencia, y éstas, o las negamos, o aplicando a su examen un circunspecto escepticismo, las ponemos en cuarentena.

Venimos a bordo más de 300 pasajeros, que descenderíamos todos si no hubiese cuarentena, pasaríamos medio día y una noche en Lisboa, gastando cada uno, término medio, en hotel, teatro, carruaje, compras, etc., 15 pesos fuertes; total, unos 20.000 francos, aproximadamente, de los que cinco o seis entrarían por derechos, impuestos, alcabalas, patentes y demás, en las arcas fiscales.

El caso era rodear poco y llegar cuanto antes, según él decía, mientras dejaba yo en cuarentena la sinceridad de su afirmación, que bien pudiera ser encubridora de antojos irresistibles de un montañés tan castizo como Neluco. Porque es lo cierto que no subíamos a una altura ni bajábamos a una hondonada sin que el médico hiciera ardorosos panegíricos de lo que se veía desde arriba o desde abajo.

Los viajeros flamantes se irritan y blasfeman; los veteranos nos limitamos a citarles el caso de aquel barco de vela salido de San Francisco de California con patente limpia y llegado a Lisboa, habiendo doblado el Cabo Hornos y después de nueve meses de navegación, sin hacer una sola escala y que fue puesto gravemente en cuarentena, a causa de haber arribado en mala estación.

El ancla cae; una lancha se aproxima, dentro de la cual hay dos o tres hombres éticos y sórdidos; se les alargan unos papeles en la punta de una tenaza. Apruebo la tenaza, que garantiza la salud de a bordo, probablemente comprometida con el contacto de aquellos caballeros. Estamos en cuarentena.

Otras irán a las costas del Pacífico, al Paraguay o al corazón de Brasil a continuar su vida de ahorro. Sonrió después maliciosamente, designando una mesa junto a la entrada. Es la mesa de «la cuarentena»; y la llamo así porque en ella encorrala el mayordomo a todo el pasaje sospechoso. Ahí están las cocotas francesas, tan dignas, tan modositas, tan bien criadas.

La bahía de Río de Janeiro. La rada y la ciudad. Tijuca. Las costas de África. La hermana de caridad. El Tajo. La cuarentena en el Gironde. Burdeos. Once more upon the waters; Yet once more! ¡Eternamente bello ese arco triunfal del suelo americano!

Allí hubiera querido ver á los señores académicos é ingenieros que miden con tanta precisión los combates del Océano. Nadie debe, sentado en su bufete, poner en cuarentena con tal ligereza la veracidad de tanto hombre intrépido, encallecido por el trabajo y resignado, que ve con demasiada frecuencia la muerte á su lado para tener la pueril vanidad de exagerar sus peligros.

Estaba de sobreparto, y no habría sido prudente antes de la cuarentena.

Palabra del Dia

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