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Actualizado: 29 de junio de 2025
Y así mismo, por boca del profeta Samuel, mandole decir a Saúl que destruyera a los Amalecitas, sin perdonar hombres, ni mujeres, ni niños aunque fuesen de leche, a fin de no dejar rastro ninguno de ellos ni de sus haciendas. Nosotros debemos también, como un acto expiatorio, descepar de cuajo de nuestro suelo esta planta ponzoñosa.
Y casi al tiempo mismo advirtió otra cosa, que le cuajó la sangre de horror: en las muñecas de la señora de Moscoso se percibía una señal circular, amoratada, oscura.... Con lucidez repentina, el capellán retrocedió dos años, escuchó de nuevo los quejidos de una mujer maltratada a culatazos, recordó la cocina, el hombre furioso.... Completamente fuera de sí, dejó caer las sacras y tomó las manos de Nucha para convencerse de que, en efecto, existía la siniestra señal....
Madera de lomo blanquecino, y perfectamente seca. Allí estaba su lugar. Saltó en su guabiroba, y paleó al encuentro de la caza. Ahora bien, en una creciente del Alto Paraná se encuentran muchas cosas antes de llegar a la viga elegida. Arboles enteros, desde luego, arrancados de cuajo y con las raíces negras al aire, como pulpos.
Entre tanto el huracan arranca de cuajo las arboledas seculares, la tierra se abre, desmorónanse los peñascos, muchas fortalezas y palacios quedan nivelados con el polvo: las aves abandonan sus nidos, las fieras salen de sus madrigueras, y los habitantes, temiendo ser sepultados vivos entre sus desquiciados muros, buscan en el campo abierto un refugio donde implorar la clemencia del Eterno .
Que fuese él o fuera otro el que obtuviera el triunfo, poco importaba: lo esencial era conseguirlo. Para su hermano Pepe, cuya dicha acababa de extirpar como planta arrancada de cuajo, no tuvo un solo impulso de rencor. La rivalidad y antagonismo que de él le separaban, nada eran ni valían ante la alteza y rectitud de sus propósitos.
En el verano, la vista del Mediterráneo terso y brillante les hacía recordar los peligros del invierno. Hablaban con un terror religioso del viento de tierra, el viento de los Pirineos, la «tramontana», que arrancaba edificios de cuajo y había volcado en la estación próxima trenes enteros. Además, al otro lado del promontorio empezaba el temible golfo del León.
Les exigía siempre la misma ó mayor cantidad de fruto; y si alguno se descuidaba ó se mostraba reacio, concluía por arrancarlo de cuajo y plantar otro en su lugar. Subieron á lo más alto de la finca. En aquel paraje había construído D. César un templete circular sostenido por columnas.
Todo cuando en la casa del avaro había, se convirtió en aquellos metales tan duros como su corazón. Atormentado por el hambre y la sed, salió al campo, y habiendo visto una fuente de agua cristalina, se arrojó con ansia a ella; pero al tocarla con los labios, el agua se cuajó y convirtió en plata.
Su corazón había de ser vencido por un imperativo de la voluntad, y su amor extirpado cruelmente como raíz que se arranca de cuajo con violenta mano. El problema aparecía a sus ojos cada vez más claro, irresoluble siempre. No basta al hombre querer vencerse: es necesario que le dejen en condiciones de hacerlo.
Es un pueblo prolongado, agudo y afilado por delante y más ancho por detrás, á manera de cepa de puente; tiene sus calles, plazas y habitaciones; está cercado de su amuradas; al un cabo tiene castillo de proa con más de diez mil caballeros en cada cuartel; al otro su alcázar tan fuerte y bien cimentado, que un poco de viento le arrancará las raíces de cuajo, os volverá los cimientos al cielo y los tejados al profundo.
Palabra del Dia
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