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Medítenlo, y ya conocerán que no hay mal ahora que no se derive de los pasados, como se deriva de la premisa la consecuencia; como nace el retoño de la raíz de toda planta antigua, si no se arrancó de cuajo y si no se extirpó; operación más difícil de lo que se piensa. No es esto afirmar que el estado de nuestro país sea delicioso, envidiable y floreciente. Nada menos que eso.

Patria inmortal de la actuación primera, que en sangre mártir empapó tu suelo, y en los pliegues cuajó de una bandera la afirmación de su vital anhelo. Patria naciente, tras labor titánica como aquellas de Bismarck y de Mazzini, faltaba un hombre que la hiciese orgánica, ¡y ese hombre fuiste, colosal Mabini!

Conocí á Sardou una tarde de invierno. Al entrar en su despacho el gran dramaturgo, que sabía el objeto de mi visita, salió á mi encuentro, alargándome sus dos manos con efusión seductora de cordialidad y agasajo; fué uno de esos gestos admirables que, suprimiendo de cuajo las frialdades ambagiosas de la etiqueta, equivalen á una intimidad de varios años.

La primera revolución francesa, con tantos horrores y tanta sangre y dando por último resultado á un déspota que sin propósito fijo, civilizador y humano, mantiene durante años la confusión y la guerra en Europa; la propensión del pensamiento filosófico hacia el pesimismo y hacia el más grosero ateísmo y la aparición ó la mayor difusión y el más hondo arraigo de espantosas doctrinas que, no sólo tiran á subvertir el organismo social, sino á arrancar de cuajo los fundamentos en que el orden actual se sostiene, han apocado acaso, con la repugnancia y el terror que inspiran, el espíritu religioso de muchos individuos é instituciones, y entre éstas la de los jesuítas sin duda.

Primero sintió el alma invadida de tristeza, después se hizo disimulada; y por último cayó en profunda melancolía como espíritu débil a quien brutalmente se arrancan de cuajo ilusiones y esperanzas. «¿Estará enamoradaimaginaba la prima doña Flora. «¿Tendrá pasión de ánimodecía la doncella. «Esta chica está mala», pensaba su padre. Nadie comprendía la causa de aquel cambio.

»¡Mucho, mucho papel hacemos aquí, y mucho más nos espera si a Simón le sale bien la soflama que va a echar en Cortes! Lo que es él mucho manotea en los ensayos que tiene en su cuarto consigo mismo. Siempre levantará en cuajo a algún menisterio, y le obligará S.M. a tomar cartera.

Comenzaba a desplomarse del cielo una luz gris, cernida por el denso celaje: la inmensa sábana de agua tomaba un color blancuzco de ajenjo. Flotaban en la corriente, como escobazos de miseria, los despojos de la inundación; árboles arrancados de cuajo, haces de cañas, techumbres de paja de las chozas; todo sucio, pringoso, nauseabundo.

Casi todo este brillo, sin embargo, y esta aparente superioridad en algunos momentos históricos, se debieron en todas partes, y más que en ninguna en España, á la civilización de los vencidos, á veces respetada, por lo cual merecen los vencedores elogio, á veces viva y retoñando y reverdeciendo siempre, sin que pudieran los vencedores arrancarla de cuajo, á pesar de los esfuerzos que hicieron, y al fin sometiéndose á ella.

Y a las casas de los ricos... y.... ¡Asús!, ¡fuego, mujer! Y afusil... y afusil... ar.... ¿Afusilar... a quién, mujer, a quién? A... a los prisioneros, y al arzobispo, y a los cur.... ¡Infames! ¡Tigres! ¡Calla, calla, que parece que la sangre se me cuajó toda!... ¿Y quién hizo eso? ¡Pues vaya unas barbaridás que cuentas!

Pasa una tromba sobre una isla; el torrente que produce, cargado de limo, de despojos, de plantas muertas ó vivas, á veces de bosques enteros arrancados de cuajo, plaga negra, cenagosa, traspasa el mar, y empujado luego por las olas aquí y allá, distribuye esos presentes entre las islas cercanas.