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Actualizado: 1 de mayo de 2025
De entre los árboles del bosque llegaba hasta ellos el ruido de unos golpes dados á intervalos regulares, el eco de ayes y lamentos dolorosos y una voz que entonaba acompasado canto. Llenos de curiosidad, se adelantaron rápidamente y vieron entre los árboles á un hombre alto, delgado, que vestía largo hábito blanco y andaba lentamente, inclinada la cabeza y cruzadas las manos.
La santa, concluida la oración mental, se había sentado en un taburete, y poniendo un gran libro sobre sus rodillas, leía con la cabeza inclinada á un lado, arqueadas las cejas, bajos los párpados, y cruzadas las manos en ademán muy humilde.
Llenaba la vida de los hombres durante la Edad Media, cuando no podía darse un paso fuera de la religión, y en la tierra, asolada por las luchas, no había otra esperanza que el cielo ni más lugar de asilo para el pensamiento que la catedral en la ciudad y el monasterio en el campo. «Las ferias, las reuniones para negocios o placeres como decía su maestro , eran fiestas religiosas; las representaciones escénicas eran misterios; los viajes, peregrinaciones, y las guerras, cruzadas.» Pero después se partía la vida: lo religioso a un lado, lo humano a otro.
Llegado el momento del sermón, salió Tirso lentamente de la sacristía y, acercándose hasta el altar mayor, oró unos instantes de rodillas, sosteniendo el bonete entre las manos cruzadas sobre el pecho, que llevaba cubierto por el blanco y rizado roquete.
Pasó largo rato; terminóse aquella misa y salió después otra, y poco a poco fueron desapareciendo los fieles, quedando al fin sola la Albornoz, arrodillada delante, sin poderse sostener apenas, caída la cabeza, cruzadas las manos, imagen viva de la humildad aniquilada ante la misericordia.
Pero al acostarse volvió Ido a ser atormentado por sus temores, y no tuvo más remedio que estar toda la noche hecho un ovillo, con las manos cruzadas en la cintura, porque si en una de las revueltas que ambos daban sobre los accidentados jergones la mano de su mujer llegaba a tocar el duro, se lo quitaba, tan fijo como tres y dos son cinco.
Hubo un largo silencio después de las palabras poco cordiales cruzadas entre los dos. Pero la doctora no parecía tenaz en sus rencores y siguió hablando: He tenido que improvisar un ligero desayuno con lo que encontré más á mano. Perdone usted su frugalidad y su monotonía.
Isagani, que había olvidado todos sus pesimismos y solo veía en todas partes rosas sin espinas, respondía: Dentro de muy poco, todas las islas van á estar cruzadas de redes de hierro, Por donde rápidas Y voladoras Locomotoras Corriendo irán como dijo uno; entonces los rincones más hermosos del archipiélago estarán abiertos á todos... Entonces, pero ¿cuándo? Cuando sea una vieja...
En cuanto almorcemos, me entrego a ti, como un cadáver de la sala de disección. Bueno, pues ya puedes empezar. Es mejor, sí; aquí me tienes como un muerto, con las manos cruzadas. No, extiende los brazos. Así...
Pasaron á otra habitación en el extremo opuesto de la capilla. Cada vez que el lego veíase ante el altar, caía de rodillas, causando la admiración del médico, por el gesto con que rezaba su corta oración. El cuerpo quedaba recto, con las manos cruzadas sobre el pecho, mientras el cuello se prolongaba hacia adelante, como el pescuezo de una jirafa que quisiera tocar el cielo.
Palabra del Dia
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