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¡Qué holganza para el niño hallarse lejos de la facha torva del abuelo, y encima de aquellas cuadras silenciosas del caserón, donde se acostumbraba encender velones y candelabros durante el día! Cuadras sólo animadas por las figuras de los tapices; fúnebres estrados, brumosos de sahumerio, que su madre, vestida siempre de monjil, cruzaba como una sombra. Las criadas le querían de veras.

Don Marcos era el único compañero de esta soledad; y Lubimoff, que en los primeros días sólo cruzaba con él contadas palabras, acabó por desear que volviese pronto de Monte-Carlo, al cerrar la noche, para oir sus noticias, que en otro tiempo hubiese considerado insignificantes. Entablaban largas conversaciones sobre lo que ocurría en el Casino ó sobre los acontecimientos del mundo.

Las huelgas por cuestiones de trabajo se desviaban para apedrear iglesias: las manifestaciones populares silbaban é insultaban á toda sotana que cruzaba la calle: hasta los motines contra el impuesto de Consumos tenían por final la quema de algún convento.

Avanzó como pudo por las calles, enfangándose hasta más arriba del tobillo: su oído le decía que no cruzaba apenas ningún transeúnte; los coches no hacían ruido, y estuvo expuesto a ser atropellado por uno.

Le dije: «El color que parece del cielo está en nuestros ojos: el azul es negro en la tristeza; en la alegría, el gris es celesteUna nube azulina cruzaba por entre los vapores que rodeaban la montaña y parecía un trozo de cielo.

Entretanto, Melchor cruzaba campos, llevado por su zaino, cavilando sobre la conducta de Lorenzo y Ricardo, que así se resistían a acompañarle en la tarea que iba a desempeñar. Cuando llegó a casa de Anastasio encontró a Ramona poniendo agua a las gallinas. ¡Don Melchor!... ¡Ave María!... ¡Qué sorpresa... y cuánto gusto!... ¿Cómo le va, Ramona?

Muchos bulevares flanqueados de olmos hermosísimos, muy frondosos, rodeaban aquella ciudad de severa sombra. Cuatro veces al día para ir y volver al colegio los cruzaba yo. No era el camino más directo, pero el más apropiado a mis aficiones, porque me acercaba algo a la campiña.

Si al celebrar el santo sacrificio de la misa o dar la absolución a un penitente cruzaba por su espíritu una de estas ideas negras, sentía la misma impresión que si le atenazasen el cerebro con un hierro candente, le asaltaba una congoja que le dejaba paralizado. Pensaba morirse. Lo deseaba ardientemente por librarse de aquel suplicio.

Entonces leyó una historia de la Virgen é inmediatamente sintióse tocado por la gracia y decidió dedicarse á la vida santa, renunciando al mundo. Después, el lego buscó en la pared, señalando una grieta que la cruzaba. Mire usted esto, caballero. Por fuera aún se ve mejor; llega hasta el suelo partiendo las piedras del muro.... Esta grieta la hizo el diablo.

El semblante del mayordomo expresaba una melancolía grave y profunda que su pareja no echaba de ver, á juzgar por el tono indiferente que imprimía á las palabras que de vez en cuando cruzaba con él. Pocas eran las que habían salido de los labios de Pedro en la media hora que llevaban de camino.