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Actualizado: 8 de junio de 2025
Y en el marco de una puerta apareció un espantable y grotesco personaje, un mascarón negro y rojo. Su avance entre las mesas fue acompañado de grandes risotadas y movimientos de repulsión de las señoras, que evitaban su contacto. Vestía una túnica negra, una especie de sotana con ancha faja de algas verdes, de la que pendían numerosos pescados crudos y sanguinolentos, procedentes de la cocina.
ii Un huevo crudo... ¡qué asco! exclamó Jacinta escupiendo una salivita . ¿Qué se puede esperar de quien se enamora de una mujer que come huevos crudos?... Hablando aquí con imparcialidad, te diré que era guapa. ¿Te enfadas? ¡Qué me voy a enfadar, hombre! Sigue... Se comía el huevo, y te ofrecía y tú participaste... No, aquel día no hubo nada. Volví al siguiente y me la encontré otra vez.
Más allá estaban los vendedores de sandías, voceando tras sus montones de verdes bombas; las mesas de comida barata, donde cenaban chorizos crudos y morcillas secas los soldados y los labradores; y al final, los barracones de espectáculos: El teatro mágico, La mujer gorda, Los perros sabios, con órganos a la puerta que hacían sonar una música extravagante, propia de una fiesta de caníbales.
De aquí las patrañas o mitos de las hadas y encantadoras como Circe y Calipso, que convertían a los hombres en bestias; la ginecocracia, esto es, el imperio de la mujer, establecido en muchas partes, como en el país de las Amazonas y en la Arabia Feliz; y el omnímodo influjo, ora funesto, ora útil, que ejercieron algunas damas en los varones más crudos y valerosos, como Onfale en Hércules, Dálila en Sansón, Betzabé en David, Egeria en Numa, y Judit en Holofernes.
CHORIZOS PARA CRUDOS. Para cada kilo de carne magra de cerdo, medio de gordo; se repica bien, se sazona con sal, pimienta molida, pimentón y tres dientes de ajo bien machacados en el mortero. Se deja reposar la pasta unas quince horas.
También soñé con mi tío bailando en la cocina, junto a la lumbre, unas seguidillas que cantaba la mujer gris tañendo una sartén muy grande; y después con don Pedro Nolasco, el cual comía becerros crudos y troncos de abedul y peñascos de granito con bardales, mientras iban comiéndome a mí, fibra a fibra y muy poco a poco, el Tedio y la Melancolía, un matrimonio de lo más horrible, que vivía en el fondo de un abismo sin salida por ninguna parte.
El cirujano, después de un docto discurso sobre la influencia de los planetas en los humores crudos y semicocidos de la gangrena, había terminado por decirle que no podría salir hasta fines de marzo, y nunca antes de haberle sangrado todavía una docena de veces, ex carpo manus; pues, según él, «había aún vicio de sangre, presencia de postulante permitente, ausencia de repugnante, y ocasión; luego no había más que pedir».
Algún que otro arriero con sus mulas delante y montado en una de ellas sobre una pirámide de fardos; cualquier vecino que por casualidad saliese en busca de una vaca extraviada, ó los mozos crudos de Vegalora que tuviesen arrestos suficientes para ir á cortejar las mozas de la Segada ó de otros lugares cercanos.
La triste verdad era que, a pesar de los alientos que había cobrado mi tío, los temporales crudos le mataban, y que los quebrantos de su cuerpo se le reflejaban en el espíritu por más que se empeñaba en disimularlo.
En cambio a su amigo Moreno se le desató la lengua mejor de lo que hacía al caso y, encarándose con ellos, les dijo en términos crudos que aquella intolerancia era bien propia de los defensores del oscurantismo, que cuando faltan las razones se acude a las amenazas, y que su amigo Sánchez había hecho mal en malgastar su ciencia con quien no había de entenderle.
Palabra del Dia
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