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Su naturaleza tosca, y los resabios adquiridos en los tratos y contratos en que había pasado lo mejor de la vida, le hacían incompatible con los hábitos aparatosos y refinadamente vanos y teatrales de sus hijos; y como, además, era hombre sin retóricas, desengañado y de muy poca correa, el menor reparo a sus crudos alegatos le quitaba las ganas de exponer el segundo.

Esta mañana tanta ronca en el lagar y que habíais de hacer y acontecer y comeros crudos cada uno á siete mozos de Lorío, y ahora vais á volver el culo delante de un hombre solo. ¿Dónde están vuestros hígados? ¿Es que no servís más que para mascar la torta al pie del lar y asar las castañas? Así dijo; y dando ejemplo de heroísmo se precipitó como un jabalí lleno de audacia sobre los enemigos.

¡Ah! es verdad... ahora recuerdo; sólo que no recuerdo para lo que os he llamado... os necesitaba para algo. Quevedo no contestó. ¿Sabéis que tengo frío, don Francisco? dijo el rey. Andan los tiempos muy crudos, señor contestó Quevedo. Efectivamente, han dado en decir de estos tiempos que si son crudos, que si son cocidos. ¿Sabéis si se guisa algo bueno por el alcázar?

Porque te hago saber, Sancho, que cuando llegé a subir a Dulcinea sobre su hacanea, según dices, que a me pareció borrica, me dio un olor de ajos crudos, que me encalabrinó y atosigó el alma. ¡Oh canalla! -gritó a esta sazón Sancho- ¡Oh encantadores aciagos y malintencionados, y quién os viera a todos ensartados por las agallas, como sardinas en lercha!

Lucero, que casi se había puesto de pie sobre los cuartos traseros, se humilló entonces hasta doblar mansamente las rodillas haciendo una reverencia. La turba de curiosos, que se había agrupado alrededor, rompió en estrepitosos aplausos. Mi padre dijo: ¡Bien por los mozos crudos y de arrestos!

Esta feroz decisión que expresaba muy bien la nativa incompatibilidad de sus preciosas manos con los bigotes masculinos abatió por completo el ánimo ya muy alterado de Tristán. Hágame usted el favor de no poner esos ojos de besugo a medio asfixiar. ¿Lo oye usted? A no me gustan los besugos ni crudos ni guisados... ¡Hable usted...! ¡Hable usted en seguida...!

Recordaban los crudos inviernos que pasaron reunidos en la ciudadela de *, faltos de combustible, durmiendo en cuadras de cuartel sin un mal lecho, abrigando a los niños con restos de cortinajes, comiendo pan negro que era comprado a escondidas. Se refería, sonriendo, lo que en otro tiempo fue terrible. La mansedumbre de la edad había calmado las iras más acerbas.

Servían los pericos y las pajaritas tan bien y con tanta precisión como los soldados que maniobran en una parada á la orden de su General. Los platos eran exquisitos, y todos crudos ó fiambres. Si la comida no disgustó á Migajas al comenzar, pronto empezó á producirle cierto empacho, aun antes de haber tragado como un buitre.

Hombre de los que no se usan, pajarraco exótico y raro, para los volterianos del lugar, no hubiera sido difícil que alguien le supusiese conspirando en favor del restablecimiento de la Inquisición y hasta comiéndose los niños crudos; pero a nadie le cabía en la cabeza que pudiese ser galanteador y tener buenas fortunas un señor tan pálido, enclenque, melancólico y asendereado.

Todos hablaban únicamente de los respetos que merecía el anciano pastor, un hombre que en sus mocedades se comía los franceses crudos, que había visto mucho mundo, y cuya sabiduría, demostrada con medias palabras y consejos incoherentes, inspiraba un respeto supersticioso á la gente de las barracas.