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Si usted me lo manda, ... ¡Ay!, yo creí que matar al que nos engaña, al que nos vende, no es pecado... vamos, que no era pecado muy gordo, se me subió la hiel a la cabeza. ¡Le tengo tanta rabia a ésa...! Digo yo que se puede tener rabia a otra persona, desear que la maten, y sin embargo no ser una mala.

Ocupado en despachar unos papeles que me corrian prisa, no me habia acostado todavía, cuando aquí que á eso de las doce oigo un estrépito tal que me creí que la casa se nos venia encima. Lo que es gato no podia ser, porque era imposible que hiciese tal estrépito; y ademas esta mañana nada se ha encontrado, ni dislocado, ni roto.

Cuando llamé a la puerta estaba más muerto que vivo. Salió Matilde a la cancela, y al verme se puso hecha una hiena: «¿Qué vienes a hacer aquí? ¡Márchate! ¡Vete ahora mismoCreí que el mundo caía sobre ... No cómo pude salir del portal, ni cómo he llegado hasta aquí... ¿Y no es más que eso?... Pues se apura usted por bien poco.

Pues bien, para deciros la verdad continuó Bryce , después de cerrado el trato se me ocurrió la idea de que vuestro hermano había podido montar el caballo para venderlo sin que vos lo supierais, porque no creí que fuera suyo. Yo sabía que maese Dunsey hacía de las suyas algunas veces. Pero, ¿adónde puede haber ido? No se lo ha vuelto a ver en Batterley.

Y ha de saber usted que no me lo esperaba yo; creí que la señorita sería más dura de pelar; pero desengáñese usted..., pa ver picardías no hay más que servir a las amas. Crea usted que nosotras nos vamos con un hortera o un soldao; pero lo que es las señoras, en viendo cabayeros... como si no fueran tales señoras. Tienes razón.

Y es que, para los ajenos, creí siempre que me faltaba autoridad; y para los míos, que me faltaba aquella cualidad excelente que tendrían que poner de manifiesto por anticipado juício de la obra. Con el presente libro todo aquel propósito casi huraño ha venido á tierra, y ya he dicho la razón.

Frecuentemente pasamos junto a ellos y no les vemos.... Les damos limosna sin conocerles.... No podemos fijar nuestra atención en esa miserable parte de la sociedad. Al principio creí que la Nela era un caso excepcional; pero no, he meditado, he recordado y he visto que es un caso de los más comunes.

La ciudad... Me está saltando la pluma en la mano por hacer un cuadro engañador, mentir a boca llena y decir después a los que no me crean: allez y voir! Pero es necesario vencer el afecto que conservo a Bogotá y decir todo lo malo, sobre todo, lo curioso que tiene. En los primeros días me creí transportado a la España del tiempo de Cervantes.

Una, que estaba más pálida que las otras, avanzó y exclamó con trabajo: ¡Qué miedo! ¡Madre mía, qué miedo! Creí que me moría... porque mire usted, el oso... ¡el oso era horrible! En tal estado de sobresalto se hallaba, que no pudo articular más que palabras incoherentes. Entonces la resuelta Consuelo avanzó a su vez y dijo con voz firme: Verá usted, Manín.

Creí, al verte, que algo malo pasaba en Jerez: pero si nada ocurre aún, ocurrirá pronto. Yo, desde aquí, lo todo; nunca falta un amigo de las otras viñas que me trae el soplo de lo que piensan los huelguistas. Además, en el ventorro repiten los arrieros lo que oyen en los ranchos.