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Eran unas señoras de las que viven con verdadero lujo, sin apelar a costureras ni a adornos caseros; tenían carruaje... en fin, una gran familia esto subrayado por una expresión entre admirativa y respetuosa , y no era justo ni legal que ella, una pobre jornalera, aspirase a tanto. Juanito sentía alegría y compasión a un tiempo.

Al cabo de ellos, notóse que la afluencia de curiosos era sobradamente numerosa; se temió, no sin fundamento, un atropello feroz en el caso probable de una paliza popular; vióse, con justificable desagrado, que el gremio de modistas y de costureras, aprovechándose de los perdidos ecos de la orquesta, bailaba también á su compás en un prado inmediato; y, por último, se observó con indignación que más de una pareja de aquel campo, intrusándose á la descuidada en el vecino, danzaban en él después con una familiaridad que rayaba en provocación.

Entretanto, las costureras, que habían venido siguiéndolos desde los prados de San Juan hasta las huertas del Alta, y rindiéndoles culto á sus propias expensas, prescindieron también del motivo de las romerías para bailar, y también se bajaron á la población para bailar más tranquilas, y pujaron el alquiler de la mismísima huerta de Santa Lucía, y no hallaron sosiego hasta que lograron bailar en ella con el mismo gas y el propio decorado de las señoras, aunque en distintos días.

Esta casa, esta honrada casa ... ¿Y cómo existe esa puerta? ¿Cómo es posible...? Existe de muy antiguo, sólo que estaba condenada. Si ustedes quieren verla pueden subir á la buhardilla, y examinando bien, la encontrarán. Pero él, ese monstruo, ¿por dónde pudo llegar? La tal puerta continuó doña Rosalía da al cuarto de unas costureras amigas mías.

¿Qué hay, Piscis? preguntó Pablito al oir el silbido. ¿A que no sabes por dónde da las coces ahora el Romero? En efecto, las costureras levantaron la cabeza sorprendidas. Valentina le dijo a Teresa pugnando por no reir: Chica, ¿qué dice ése? ¿Que por dónde tira las coces un caballo? Será por el c... Aunque hablaba en voz baja, Piscis lo oyó perfectamente.

Entre las dos costureras, una de hierro y otra de carne, hacían los pespuntes más preciosos, largos o menudos, según fuera menester. Además de esto, Emilia, a quien inspiraba sin duda el espíritu venturoso de Elías Howe, dominaba los mecanismos auxiliares para hacer dobladillos, enjaretar, marcar y coser bastillas.

Casi todos los petimetres y la juventud florida en masa, lo mismo de la aristocracia que del alto comercio, se habían instalado en los diferentes cuerpos de voluntarios que en Febrero de 1810 se formaron; y como en tales cuerpos ha dominado siempre, por lo común, la vanidad de lucir uniformes y arreos de gran golpe de vista, aquello fue una bendición de Dios para el lucimiento de sastres y costureras, y los milicianos de Cádiz estaban que ni pintados.

Las vetustenses le parecían más guapas, más elegantes, más seductoras que otros días: y en los hombres veía aire distinguido, ademanes resueltos, corte romántico; con la imaginación iba juntando por parejas a hombres y mujeres según pasaban, y ya se le antojaba que vivía en una ciudad donde criadas, costureras y señoritas, amaban y eran amadas por molineros, obreros, estudiantes y militares de la reserva.

Para estos apuros y otros semejantes, hay aquí un contingente regularcito de costureras con humos de modistas, que se despistojan con el afán de conseguir que sus exigentes parroquianas no encarguen sus vestidos a la capital, que dista catorce leguas. Y lo mismo se desvela y por idéntica causa, el sastre riojano; porque los hombres elegantes de aquí son punto menos que las hembras distinguidas.

Cuando ganaba se permitía lujos desenfrenados, como ir al teatro de la Infantil y ver todas las funciones desde la primera a la última, convidarse a chuletas con tomate en cualquier taberna, ir a los bailes vespertinos de criadas y costureras, donde danzaba y hacía conquistas.