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Actualizado: 18 de julio de 2025


SANCHO. Con ella tendré, señor, Firmezas de labrador Y amores de cortesano. NU

Líbreme Dios de meterme en embrollos y en obscuridades; que no soy yo cortesano de los que hoy se usan, ni mis consejos serían para seguidos; y pues mejor es no aconsejar que aconsejar al aire, dejadme ir á donde mis consejos se oyen y aprovechan, y no me queráis aquí; que en cuatro días que hace que en esta última vez en la corte ando, han sucedido cuatro mil desgracias.

-Este que viene es El Pastor de Fílida. -No es ése pastor -dijo el cura-, sino muy discreto cortesano; guárdese como joya preciosa. -Este grande que aquí viene se intitula -dijo el barbero- Tesoro de varias poesías. -Como ellas no fueran tantas -dijo el cura-, fueran más estimadas; menester es que este libro se escarde y limpie de algunas bajezas que entre sus grandezas tiene.

Todos los caballeros tienen sus particulares ejercicios: sirva a las damas el cortesano; autorice la corte de su rey con libreas; sustente los caballeros pobres con el espléndido plato de su mesa; concierte justas, mantenga torneos y muéstrese grande, liberal y magnífico, y buen cristiano, sobre todo, y desta manera cumplirá con sus precisas obligaciones.

Pero así y todo, entre aquella colección de vulgares figuras de provincia, tenía la del novio no qué tufillo cortesano, cierto desenfado de hombre hecho a la vida ancha y fácil de los grandes centros, y la soltura de quien no conoce escrúpulos, ni se para en barras cuando el propio interés está en juego.

Pero lo más notable del día fue el altercado que tuvo nuestro cortesano con D. Felicísimo.

Es el cortesano del Espada, su auxiliar, su lacayo pedestre. El picador, caballero en un esqueleto de caballo mas bien que un caballo, con las piernas aforradas en tablillas de fierro y pantalones de ante muy fuerte, y provisto de una larga púa, se presenta delante del toro, lo busca, lo acosa, lo pica sin piedad ni miedo, y aguarda como un autómata el tremendo golpe de la fiera irritada.

Entonces el cortesano D. Raimundo, merced a varios evidentes indicios, no tardó en convencerse de que la virtud de doña Marcela no era cosa del otro jueves, ni con autonomía, ni sin autonomía. Pocos días después, se volvió D. Raimundo a la corte, convencido ya de que los inocentes idilios no son más fáciles que en ella en los más rústicos y apartados lugares.

Habla el sol... nosotros gozamos; la limpieza, la corrección, la elegancia parecen allí obra de la naturaleza, y el follaje, el esplendor de su verdura, los susurros del aire discreto, la hermosura de la perspectiva, los vuelos graciosos de miles de pájaros, parecen importación del lujo; riqueza y naturaleza se juntan allí; el sol, cortesano del confort, alumbra más.... ¡Cosa extraña!

Entré en Madrid en trage de romero, Que es grangeria el parecer ser santo. Y desde lexos me quitó el sombrero El famoso ACEVEDO, y dixo: á Dio, Voi siate il ben venuto, cabaliero; So parlar Zenoese, & Tusco anchio. Y respondi: la vostra signoria Sia la ben trovata, patron mio. Topé á LUIS VELEZ, lustre y alegria, Y discrecion del trato cortesano, Y abracéle en la calle á medio dia.

Palabra del Dia

buque

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