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Actualizado: 29 de mayo de 2025
La vaca y el carnero hacen honor á su alto renombre. Todavía hay fresa abundante, y las cerezas entran enredadas unas en otras, porque no les gusta ir solas; que bien se conoce su cortedad de genio en el vivo rubor que enciende sus mejillas. Las uvas y melones no vienen aún; pero Toledo nos manda sabrosos albaricoques.
Pero la Providencia, que no abandona a los buenos, le deparó su remedio en la casa misma de Obdulia, que le mataba el hambre algunos días, rogándole que la acompañase a almorzar; y por cierto que tenía que gastar no poca saliva para reducirle, y vencer su delicadeza y cortedad.
De los demás frutos y efectos es muy poco lo que disfrutan los indios; el trigo, el tabaco, la miel, la azúcar que se beneficia o se compra, lo comestible que de Buenos Aires viene, comprado con el caudal de los indios, todo se consume en la casa principal; sólo el corregidor, los de cabildo y los enfermos disfrutan alguna cortedad de estos efectos.
Era el hijo del comerciante emancipado del mostrador y dedicado al estudio por la ambición del papá. Docto y pedantuelo, algo engreído con los sobresalientes de su carrera y acostumbrado a hacerse oír en casa como un oráculo, asombrábase de que fuera de ella no le rindieran tributos de admiración, y esto le producía tal cortedad, que muchos le tenían por tonto.
La timidez o falsa humildad endurecía esta, y como la energía interior no encontraba un auxilio en la palabra, porque la sumisión consuetudinaria y la cortedad no le habían permitido educarla para discutir, pasaba tiempo sin que la costra se rompiera. Por fin, lo que no pudieron hacer las palabras, lo hizo un acto.
Ojeda arriesgó tímidamente algunas observaciones. ¿Y el otro alemán que pasaba a bordo por pariente suyo? ¿Y el belga y los demás amigos?... Pero Nélida le contestó sin el más leve indicio de cortedad.
Traía de la mano una niña, vestida a la moda, pero con sencillez y sin pizca de afectación de elegancia. Avanzó hacia Fortunata; interrogándola con aquella sonrisa angelical que vista una vez no se podía olvidar. Sentía la de Rubín una gran turbación, mezcla increíble de cortedad de genio y de temor ante la superioridad, y se puso muy colorada, después como la cera.
Y Torquemada, pensando en el porvenir, en lo que su hijo había de ser, si viviera, no se conceptuaba digno de haberle engendrado, y sentía ante él la ingénita cortedad de lo que es materia frente á lo que es espíritu. En lo que digo de las inauditas dotes intelectuales de aquella criatura, no se crea que hay la más mínima exageración.
Estas palabras dichas, retiróse discretamente Fabrice en el momento que comenzó a bailarse. Su creciente reputación le había abierto de par en par las puertas de los salones y de la alta sociedad parisiense; pero, como la mayor parte de aquellos que nacieron fuera de ese medio y a él llegaron tarde, sentía siempre en el mundo cierta cortedad, cierta inquietud que lo desconcertaba, disgustándolo.
Este pecado, en cuanto me ha sido posible, he procurado yo huir desde el instante que tuve uso de razón; y si no puedo pagar las buenas obras que me hacen con otras obras, pongo en su lugar los deseos de hacerlas, y cuando éstos no bastan, las publico; porque quien dice y publica las buenas obras que recibe, también las recompensara con otras, si pudiera; porque, por la mayor parte, los que reciben son inferiores a los que dan; y así, es Dios sobre todos, porque es dador sobre todos y no pueden corresponder las dádivas del hombre a las de Dios con igualdad, por infinita distancia; y esta estrecheza y cortedad, en cierto modo, la suple el agradecimiento.
Palabra del Dia
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