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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Ya las sombras de la tarde iban convirtiéndose en profunda obscuridad, y el fuerte viento me cortaba las carnes como cuchillo al pasar las encrucijadas que hay a media milla de la aldea de Helpstone, cuando de repente surgió de junto del alto seto de acebos la figura de un hombre corpulento, y una voz profunda exclamó: Disculpe, señor, pero soy un forastero en estos lugares, y tengo a mi hija desmayada. ¿Hay por aquí cerca alguna casa?
De pronto la vela se agitó temblorosa, se distendió como con un latigazo; el barco se inclinó de costado y comenzó a deslizarse volando. El patrón se colocó en la caña del timón y los marineros se sentaron en las bordas. El mar se cortaba bajo la proa del barco y cuchicheaba dulcemente, íbamos dejando una estela blanca, brillante, a la luz del amanecer.
Sólo alcanzaba á los que caían ante sus confesonarios. El que cortaba toda comunicación con ellos, podía burlarse de su poder sin miedo alguno. Eran unos pobres hombrea, temibles únicamente para los que viven á su sombra. Aresti reconocía, sin embargo, que su influencia dentro de la Iglesia era mayor que nunca. Cuando Loyola había fundado su Compañía, las demás órdenes religiosas la despreciaban.
Una masa de cascos y chambergos chocaba, sobre dos navíos aferrados, con otra de turbantes blancos y rojos, y sobre ellas alzábanse mandobles y picas, cimitarras y hachas de abordaje. El disparo de cañones y trabucos cortaba con lenguas rojas el humo del combate.
Se sabía que era un hombre hábil é inteligente; se había observado que recogía hierbas y flores silvestres, que arrancaba raíces, que cortaba ramas de los árboles del bosque, como persona familiarizada con las ocultas virtudes de lo que no tenía ningún valor á los ojos del vulgo.
No había manera de arreglarse con aquel diablo de hombre, que así cortaba y segaba en el granado campo de los adictos colmenaristas. El destino de Miranda, a la sazón, estaba comprometidísimo. Pegó Miranda al escucharlo un brinco en el muelle diván. Nada, hombre prosiguió Colmenar : así como te lo digo. Basta que yo tenga interés en conservar a uno, para que lo barra él.... Es cosa fija.
Toledo, impacientándose por la modestia del joven, explicaba sus heridas. Las tenía de todas las épocas. Unas eran de combatiente moderno, producidas por cascos de proyectil explosivo, por balas de fusil de repetición, y hasta aquella tos que cortaba de vez en cuando sus palabras la debía á los gases asfixiantes.
«¿Dónde no ha estado esta mujer?... pensaba . Parece haber vivido mil existencias en pocos años. Es imposible que todo eso haya podido ocurrir en los tiempos de su marido, el personaje ruso.» Si intentaba explorar á su amigo para adquirir noticias, la fe de éste en el pasado de su mujer era como una muralla de credulidad, dura é inconmovible, que cortaba el avance de toda averiguación.
Su enojo se trocó en alegría cuando Maxi, al verle en pie, dijo que él también se iba porque era hora de volver a su farmacia. Salieron, pues, juntos, y antes de llegar a la puerta, vio el anciano que le cortaba el paso una figura macilenta y sepulcral.
Capaz sería de dejarse ganar con tal de retenerlos. Manín, sentado a un extremo de la mesa, sin intervenir en la conversación de los oficiales, cortaba con su navaja rebanadas de pan y las comía cachazudamente formando bulto en el carrillo, remojándolas con largos tragos del Burdeos que había quedado en las botellas.
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