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Actualizado: 30 de junio de 2025


Garmendia no se atrevía a mostrarse francamente volteriano, y procedía en la conversación con insidia, por frases sueltas, por observaciones al parecer cándidas. Los que más se indignaban con él eran dos carlistas cerrados, venidos del interior de la provincia: el uno, administrador de un título; el otro, contratista de piedras. El administrador se llamaba Argonz; el contratista, Echaide.

Su pensamiento le conducía hasta un colegio de Italia donde estaba su hija única; un colegio dirigido por monjas y cuyas alumnas eran en su mayor parte de apellido aristocrático, lo que proporcionaba grandes satisfacciones á la vanidad pueril del contratista. Parecía ennoblecerse su rostro con la sonrisa dirigida á esta visión.

Los fué abriendo el contratista, y quedaron visibles docenas de frascos de esencias y de cajas de jabón, así como otros artículos de tocador; todo el encargo enorme hecho á Buenos Aires, que parecía acariciar los ojos con el brillo de sus botellitas de cristal tallado, de sus estuches con forros de seda y pieles finas, de sus etiquetas de oro, al mismo tiempo que cosquilleaban el olfato unos perfumes de jardín sobrenatural.

El contratista se acercaba lentamente a Potaje, y con la tranquilidad de un hombre experto en estas transacciones, le hablaba al oído. El picador, fingiendo enfado, acabó por acercarse al jaco. ¡Por él que no quedase! No quería que le tuviesen por hombre intratable, capaz de perjudicar a un camarada. Poniendo un pie en el estribo, dejó caer sobre el pobre jaco la pesadumbre de su cuerpo.

El Ministerio de Obras Públicas lo había enviado como representante administrativo á las obras de la Presa, y él era el encargado de pagar al contratista Pirovani las sumas debidas por el gobierno. Después que saludó á Watson se dió una palmada en la frente y quiso retroceder, mirando al mismo tiempo sus papeles.

Si bien lo hacía en la administración de los mermados bienes del marqués soltero, mejor lo hizo con ellos y los puntales del marqués recién casado, y muchísimo mejor con el diluvio de caudales que inundó la casa a la muerte del ex contratista de carreteras y suministros. Era mozo que se crecía con los obstáculos.

¡Lo que me ha costado todo esto! dijo el contratista con un orgullo pueril . Pero usted, don Ricardo, que es un joven de buena familia y ha visto mucho, ¿no es verdad que lo encuentra muy... chic? Al volver al comedor, una criadita indígena, con larga trenza colgando sobre la espalda, puso en la mesa botellas y copas.

Que le dejasen a él los otros picadores entendérselas con los de las caballerizas. Nadie conocía mejor la manera de hacer marchar a estas gentes. Avanzaba un criado hacia él tirando de un jaco cabizbajo, con el pelo largo y el costillar en doloroso relieve. ¿Qué traes ahí? decía Potaje encarándose con el contratista . Eso no e de resibo. Eso e una alimaña que no hay quien la monte. ¡Pa tu mare!...

Las avisadas doncellas condujéronlos a una tienda con la que tenían relaciones especiales de un tanto por ciento, o tal vez al almacén de la casa contratista.

Cuando la mestiza se marchó, aún se mantuvo Elena junto á la ventana viendo á los transeúntes, cada vez más numerosos, según avanzaba el ocaso. Se apartó de los vidrios al pasar algunos grupos de trabajadores á caballo ú ocupando carruajes alquilados en Fuerte Sarmiento. Volvían indudablemente del entierro del contratista. Todos, antes de alejarse, miraban de reojo la casa.

Palabra del Dia

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