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En casa le daban mucha cantaleta, lo cual hacía que se ocultase para desempeñar esta tarea y que procurase cerrar su cuarto a todo el mundo. Ricardo no había entrado nunca en él. Así que sin pensar en el Menino se puso a contemplarlo con atención curiosa e impertinente.

El asunto, la entonación, el estilo y el misterio de ese canto venían á contrastar admirablemente con las ardientes canciones que poco antes habian salido de entre los flancos del vapor Bogotá. Aunque el espectáculo no me era desconocido, no pude resistir á la tentacion de contemplarlo de cerca.

Su rostro, de color amarillo viejo, presentaba reflejos extraños a la luz de las llamas. El doctor Lorquin, después de contemplarlo, dijo: Es un hermoso ejemplar de la raza tártara; si yo tuviese tiempo, lo cubriría con una capa de cal para tener un esqueleto de esta especie.

Pero en aquel instante se fijaron sus ojos en el escudo blasonado del barón, sostenido por Tristán, y después de contemplarlo un instante suavizóse la expresión de su semblante y apareció en sus labios una sonrisa. ¡Mort Dieu! exclamó, ¡pues si es mi espadachín de Burdeos! Las cinco rosas.

Creo que unos quince días. ¡Oh! no es mucho; habrá que decidirlo a pasar toda la estación; hay tan pocos flirts interesantes... Ya verá usted qué chic es dijo Diana. Pero, ahí viene con Platel: puede empezar a contemplarlo. Hacia el extremo de la larga avenida, dos jóvenes avanzaban.

La sopa, endulzada con un poco de azúcar procedente de una antigua provisión que se había abstenido de usar para él, detuvo los gritos de la pequeña, hizo alzar los ojos azules hacia Silas y contemplarlo con una larga mirada tranquila cuando le puso la cuchara en la boca.

Espectáculo asombroso, dijo el forastero deteniéndose en contemplarlo , pero que a antes me causa espanto que placer, porque lo asocio al recuerdo de mis neuralgias. ¿Sabe usted lo que me parece? Me parece que estoy viajando por el interior de un cerebro atacado de violentísima jaqueca.

Sin manos, sin piés, sin cabeza, bañados en su propia sangre, aun fresca, que brilla cuajada á gran distancia, presentan un cuadro espantoso que hiela el corazon y hace cerrar los ojos á los que por allí transitan descuidados. Solo Abde-r-rahman puede contemplarlo sin horror, y no solamente sin horror, sino con esa terrible sonrisa propia de los placeres que asesinan.

Su renacimiento venía de más lejos que el de Miguel. Se olvidó de lo que la rodeaba. Sus ojos continuaron abiertos, pero se habían borrado de ellos el mar, el cielo dulce del ocaso, hasta las ramas de pino que formaban un dosel silvestre sobre sus cabezas. De pronto volvió á contemplarlo todo, encorvándose al mismo tiempo para repeler al hombre.

Melchor puso todo sobre la mesa y con absoluta calma, sin apuro, casi displicentemente, desató el pequeño estuche que abrió y, sin detenerse a contemplarlo, lo mostró a Lorenzo y Ricardo que exclamaron: ¡Qué maravilla!... ¡Qué buen gusto!...