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Actualizado: 17 de julio de 2025


Y la señora permaneció algunos instantes contemplando el aspecto fantástico de la plaza con tan original iluminación. Una lluvia de estrellas había caído sobre el Mercado. Los empujones de la multitud la volvieron a la realidad. Fue a salir de la plaza, cuando otra vez la detuvo el escuadrón perseguido de chicuelas vendedoras. Ahora no corrían.

Pero cuando su alegría subió de punto fue al ver que algunos chicuelos, escondidos entre los biombos, tiraban de cuerdas, poniendo en movimiento a los monigotes. ¡Qué gracioso era aquello...! Las dos hermanas reían contemplando las contorsiones del señor del tupé, que a cada movimiento de batuta parecía próximo a partirse por el talle, la rigidez automática y grotesca con que los bebés tocaban en sus instrumentos una muda sinfonía, que causaba gran algazara en el gentío.

Mientras esto pasaba en Barbaruelo y Cabezudo, los de Animalejos, que no sabían si alegrarse ó entristecerse contemplando el aparato de lluvia que presentaba el cielo, determinaron rogar al tío Traga-santos que solicitase, por la intercesión de San Isidro, que lloviera y no lloviera, ó lo que es lo mismo, que cayese sólo una rociada de agua, que era lo único que necesitaba el campo de Animalejos.

Reyes, volviendo grupas, seguro de su soledad, inmóvil en medio del camino, permaneció contemplando el rincón melancólico de que se alejaba, como si allí dejara algo.

Encontrábame yo, con mi guía, cerca del lago Pavin, recostado en la hierba al borde del cráter y contemplando a mis pies las aguas puras y transparentes que a cada instante creía ver en ebullición, lo que me hubiera divertido y espantado, cuando sentí pasos a mi espalda: eran otros viajeros.

Herminia se refugió en su habitación y con la ventana abierta soñó, contemplando la luna que aparecía por encima de las hayas y las plateaba con su luz. Una paz profunda reinaba en la campiña. Solamente los buhos hacían oir en los abetos su grito monótono y triste. La joven pensó que acaso estaba destinada á vivir siempre en aquella soledad y aquel silencio.

Nosotras somos «golondrinas» dijo Marcela , lo mismo que esos segadores italianos que llegan todos los años en el momento de la cosecha, recogen sus jornales y se vuelven a su país. Es lo mejor. Maltrana sonrió contemplando a esta banda de cocotas golondrinas que anualmente levantaban el vuelo desde París si las noticias de la cosecha eran buenas.

Una tarde de verano, en Segovia, contemplando desde su habitación el rojo deshojamiento del crepúsculo sobre el valle del Eresma, vio pasar por la calle a un arrogante galán que se detuvo a mirarla. Iba vestido a lo soldado, con harta pluma en el sombrero. Una daga cubierta de piedras preciosas brillaba sobre sus gregüescos acuchillados. Aquella escena muda se repitió varias veces.

Los transeúntes deteníanse extrañados y quedábanse muchos contemplando aquella larga procesión de damas, rara en Madrid, a la clara luz de las tres de la tarde.

A medida que adquiero mi calidad luzarense me voy aficionando a las cosas viejas; me paso las horas muertas contemplando, desde el balcón, el pueblo, el campo y el mar, y me figuro encontrarles aspectos antes no vistos por . Me levanto todos los días muy temprano.

Palabra del Dia

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