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Actualizado: 2 de julio de 2025


Discípulos de Hipócrates, juristas, ministros del altar, notables hombres legaron de la patria las conquistas de su saber y sus preclaros nombres. Madre y maestra de las almas, digna del nombre singular de Benavides , en cuyas nobles y proficuas lides fué siempre la verdad una consigna, en nombre de sus cánones severos, luchó con entereza por los fueros de la verdad.

Los gritos de la vieja y sus entusiastas arrumacos, haciendo reír a los empleados del hotel, rompieron la severa consigna que retenía en la puerta de la calle a un grupo de curiosos y pedigüeños, atraídos por la presencia del torero. Atropellando mansamente a los criados, se coló en el vestíbulo una irrupción de mendigos, de vagos y de vendedores de periódicos.

Diego Deza, consigna, que, no fué bastante á curarlo de la enfermedad de gota que lo aquejaba el colocar sus pies sobre los lomos de un león que sus deudos hicieron traer de Africa, lo cual vió por sus propios ojos el ilustre historiador sevillano.

Pero lo que hay en ella mas notable es que envuelve un sentido profundamente filosófico, ya porque consigna un hecho ideológico de la mayor importancia, ya tambien porque indica el verdadero camino para explicar los fenómenos de la inteligencia en sus relaciones con el mundo sensible.

El segundón fue el primero en llegar. Al escuchar la consigna, pensó que fuera cosa de la servidumbre, y como venía de una taberna, quiso entrar de buen o mal grado, amenazando abrirse paso con la espada; pero los porteros, dispuestos a morir en el umbral, permanecieron inconmovibles. Gonzalo, por su parte, tomó un camino más seguro: el soborno de doña Alvarez.

En el siglo pasado, fué la isla de Rota testigo de una grandísima calamidad, que sumió á todos los habitantes en una profunda consternación. En los libros canónicos de la isla de Rota y garantida por la firma de un virtuoso recoleto, se registra un acta en que se consigna que sobre la isla se desarrolló un horroroso fenómeno marítimo.

Estas palabras hicieron mucha impresión en el almirante, hasta el extremo de interrumpir la traducción de mis palabras por el intérprete señor Leyva, y me interpeló diciendo: ¿Porqué ha revelado V. nuestro secreto? ¿Quiere decir que V. no cumple con mi consigna y el silencio ofrecido? Le contesté que ninguna revelación había hecho del secreto referente á él y al Cónsul.

¿Puedo yo entrar de otra manera en casa de mi señor hermano? contestó el atorrante con amargura; que no hay nadie, porque he estado espiando a la puerta y he visto salir a todos, menos a ti; hasta el mucamo ha salido: si me encuentra en la escalera, me echa; es la consigna que tiene del señor Esteven. No digas eso; siempre que hablas de papá, exageras de un modo...

¡Ah! ¿Quién puede reprenderla, Antoñita, ángel de dulzura? dijo Amaury, que no había reparado en el amargo sentimiento que habían inspirado sus palabras en la joven. En aquel momento José, fiel a la consigna dada, vino a anunciar que ya era la hora de partir y que estaba listo el coche que debía conducir a Antoñita. ¿Acompaño a Antoñita? preguntó Amaury al doctor. No, amigo mío replicó el doctor.

Al punto la mandó prender y aquella misma tarde fué azotada públicamente, llevando colgadas al cuello, para mayor vergüenza, las frutas, pero tan tremendos resultaron los golpes que sobre la infeliz cayeron, que enfermó de gravedad y el día 9 del mismo mes de Mayo espiró la infeliz, según consigna el diario de Ariño.

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