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Actualizado: 14 de julio de 2025
Aunque es una verdad que el propósito de hacer servir una fábula profunda y poética al efecto teatral, puede considerarse como prenda casi general de los dramáticos españoles, y que hasta las composiciones de Lope de Vega, como lo demuestra su éxito extraordinario, estaban calculadas para ponerse en escena, sin embargo, no se nota en ellas, en el mismo grado que en las de nuestro poeta, la acertada distribución y economía de los efectos escénicos y de los medios de conseguirlo: encontramos muchas que, en ciertas escenas, excitan nuestro interés sobremanera, pero que resultan desanimadas y frías en su conjunto.
Un niño de tres años que empieza á hablar, y al verme me llama: «¡El papá de Bilbao!» El amor me da lo que tantas veces deseé en mi casa sin conseguirlo. ¡Un hijo!... No lleva mi apellido, no puedo confesar que soy su padre, pero pienso en él, espero que crezca y ¡ya vendrá á mi lado! ¡ya haré por él cuanto pueda, que será mucho!
Lo que mas hace á nuestro asunto, es entender el modo como hemos de portarnos, para que nuestras nociones sean siempre verdaderas. Dos máxîmas ha de guardar el que quiere conseguirlo. La una es: no dar asenso, ó disenso á ninguna proposicion, de quien no veamos claramente la conformidad que tiene con las cosas en que consiste la verdad real.
Los ingleses, ú otros cualesquiera enemigos de la España que naveguen á estas costas, solo podrán hallar en el Puerto Deseado un asilo contra los temporales que se experimentan por el invierno á lo largo de la sonda de la costa patagónica, pero, de ningun modo formar desde allí expedicion alguna contra los establecimientos que tenemos en la América Meridional; porque en el caso de que intentaren venir hácia el norte, y entrar en las provincias del Rio de la Plata, se verian precisados á atravesar unos vastísimos desiertos, en los cuales pereceria infaliblemente la mayor parte de ellos: y si intentasen penetrar hasta la costa del sud, no podrian conseguirlo sin pasar por la cresta de los Andes, que se dirigen ò proyectan de norte á sud á lo largo de esta América hasta la orilla septentrional del estrecho de Magallanes: y siendo esta empresa tan difícil y peligrosa que casi raya en lo imposible, parece que nada debemos temer por esta parte de nuestros enemigos.
No cambió su expresión a la vista de Adriana, ni pareció sorprenderle la presencia de Julio. Laura le saludó gentilmente y con un gesto le indicó que se acercara. Pero él, rígido en el umbral de la puerta, parecía querer pronunciar una frase, sin conseguirlo. Laura le observaba ahora con una curiosidad infantil. ¿Podría la sirvienta dijo Muñoz al fin acompañarla a su casa?
Parece imposible conseguirlo sin alas; el camino es malísimo, poco más o menos como el nuestro de Mendoza a Uspallata, en los Andes argentinos; pero, en cambio, el lujo salvaje de la vegetación reposa la vista, y los hilos de agua que descienden entre flores y follaje, alegran el paisaje.
En otro momento hubiera tenido que ver el arranque de cólera de Dupont ante las amenazas y las insolencias de su dependiente. Pero ahora parecía intimidado por la mirada del joven, por el acento de su voz, que temblaba con expresión amenazadora. ¡Hombre!, ¡hombre! exclamó, queriendo indignarse sin conseguirlo, y adoptando una dulzura bonachona. Piensa lo que dices.
¡Sí, ella era! ¡Cuánto tiempo, cuánta astucia, cuánta saliva habían gastado para averiguar aquel secreto sin conseguirlo! Y ahora se les venía á las manos cuando menos lo imaginaban. Habían sido de los primeros en sospechar que Demetria no era hija del tío Goro y la tía Felicia.
Después de mirarse gravemente al espejo muchas veces y de procurar arreglarla tirando de ella hacia abajo, el tío Manolo soltó un terno y echó una mirada feroz a Miguel. En seguida, procurando refrenarse, sin poder conseguirlo, exclamó por lo bajo y sonriendo forzadamente: ¡A que no me visto hoy, Miguelito!
Desde el primer día, Clementina le había tuteado a solas, acostumbrada a aquellas transiciones y conciertos secretos de mujer galante, que ahora favorecía la diferencia de edad. Raimundo no podía acostumbrarse a darla el tú. Hacía esfuerzos por conseguirlo; pero a lo mejor volvía al usted y seguía la plática tratándola de este modo, hasta que la dama se irritaba y le reprendía ásperamente.
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