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Actualizado: 8 de julio de 2025
Al cabo de un tiempo prudencial, se le diría que estaba de paso en Pilares un filósofo forastero, al cual le habían invitado a dar una conferencia en el Casino, y si él, Belarmino, quería oírla, puesto que era el único filósofo de la localidad, que le colocarían en una habitación contigua al salón, detrás de los cortinajes, desde donde escuchase sin ser visto.
Adelante.... ¡Ah! ¿eres tú, Pepe? dijo la marquesa alzando los ojos y mirándole por encima de las gafas que se había puesto para escribir. Si la interrumpo me voy. Quería celebrar con usted una conferencia dijo el galán sonriendo. Siéntate un instante. Estoy terminando una carta.
Y sin embargo, García era el amigo más íntimo que tenía el señorito Tristán, su condiscípulo y un catedrático en ciernes. Su amistad databa de la Universidad. Un día en que a Tristán le tocó la conferencia, la pronunció con tal galanura que el profesor, sorprendido agradablemente, manifestó que se felicitaba de haber hallado al fin un discípulo de tan claro entendimiento y de palabra tan fácil.
En la cátedra universitaria enseñaba dicen sus alumnos con verdadero fervor. En la conferencia pública, en el folleto y el libro pone esa misma unción pedagógica.
¡Tan pronto!... Me han dicho, sin embargo, esta mañana que de su conferencia con los usuarios no ha resultado nada bueno... ¿Habremos de renunciar a toda esperanza de arreglo? Eso no; lo que hay es que les ha faltado a los usuarios un poco de paciencia... No he recibido todavía la respuesta del ministro; pero, entre nosotros, puedo decirle que estoy casi seguro de que habrá de ser satisfactoria.
¿Pero no sabe usted más? le preguntó Feijoo de una manera apremiante . Yo creí que nos iba usted a dar noticia de la conferencia del Duque con Elduayen... Y ahora sale con que Sagasta está malhumorado... Dios nos asista... Pero lo de la conferencia, ¿es cierto o no?
Volvía a su conferencia con Balmes cuando.... ¡Jesús nos valga! ¡Ahora sí, ahora sí que no cabía duda! Un chillido sobreagudo de terror había subido por el oscuro caracol y entrado por la puerta entornada. ¡Qué chillido! El velón le bailaba en las manos a Julián.... Bajaba, sin embargo, muy aprisa, sin sentir sus propios movimientos, como en las espantosas caídas que damos soñando.
Sobre esta base el afortunado seductor no tuvo inconveniente en que la chula concertase el cuándo y el dónde de aquella trascendental conferencia. En casa no podía ser. La dignidad le impedía a D. Laureano ir a la del sillero sin obtener antes una satisfacción. En la calle no era decoroso, ni en el café del Siglo prudente.
La velada se organizó, mejor dicho, se desordenó gratamente en la sala: cada cual tomó el café donde mejor le plugo: doña Dolores y su cuñado, que resoplaba como una foca, se apoderaron del sofá para entablar una conferencia sobre negocios. Sobrado el padre fumaba un puro del estanco, obsequio de Borrén, y saboreaba su café, aprovechando hasta el del platillo.
«No, tonto, si tengo más». Después, viendo que su galantería no era estimada, le enseñó la lengua. «¡Grandísimo tuno, me haces burla, a mí!...». Y él, entusiasmándose, volvió a sacar la lengua, y habló por primera vez en aquella conferencia, diciendo muy claro: «Putona».
Palabra del Dia
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