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Actualizado: 18 de septiembre de 2025
Desfilaban los veinticuatro ancianos con albas vestiduras y blancas barbas, sosteniendo enormes blandones que chisporroteaban como hogueras, escupiendo sobre el adoquinado un chaparrón de ardiente cera; seguíanles las doradas águilas, enormes como los cóndores de los Andes, moviendo inquietas sus alas de cartón y talco, conducidas por jayanes que, ocultos en su gigantesco vientre, sólo mostraban los pies calzados con zapatos rojos; y cerraba la marcha el apostolado, todos los compañeros de Jesús, con trajes de ropería, en los que eran más las manchas de cera que las lentejuelas; e intercalados entre ellos, niños con hachas de viento, vestidos como los indios de las óperas, pero con aletas de latón en la espalda, para certificar que representaban a los ángeles.
Con la alegría, contento y ufanidad que se ha dicho, seguía don Quijote su jornada, imaginándose por la pasada vitoria ser el caballero andante más valiente que tenía en aquella edad el mundo; daba por acabadas y a felice fin conducidas cuantas aventuras pudiesen sucederle de allí adelante; tenía en poco a los encantos y a los encantadores; no se acordaba de los inumerables palos que en el discurso de sus caballerías le habían dado, ni de la pedrada que le derribó la mitad de los dientes, ni del desagradecimiento de los galeotes, ni del atrevimiento y lluvia de estacas de los yangüeses.
Guillermina cortó las dificultades, proponiendo que le llevaran a su casa. Se dieron órdenes a Estupiñá para que fuesen conducidas también al domicilio de la santa las tres mujeronas entre las cuales sería elegida, a toda conciencia, la que había de criar al mono del Cielo. Por la noche de aquel célebre día, hubo en la casa de Santa Cruz una escena memorable.
El pecador tenía gusto en oírme, y yo me agarraba a él, acompañándolo a las tabernas y a sitios peores, señora... a sitios donde fueran conducidas en tiempos de martirio las santas vírgenes para ser atormentadas en lo que más estimaban.
Las fábricas, los molinos y aserríos no cesan de trabajar durante la mayor parte del año; las ondas del riachuelo están donde quiera cubiertas de balsas larguísimas, laboriosamente conducidas por dos ó tres hombres cada una; en todas partes se ocupan en diversas labores todas las gentes, manifestando con sus fisonomías, sus vestidos, su modo de hablar y su obligante obsequiosidad un carácter dulce y hospitalario, y una sencillez y pureza de costumbres que agradan y seducen fácilmente.
La solicitud de los administradores de correos en Filipinas para que las cartas todas venidas del estranjero y en barcos del mismo se lleven á su oficina y devenguen portes como las otras conducidas por buques españoles, no es nueva, y aun administrador hubo que solicitára porte doble; mas esto no es del caso: es lo cierto que desde que el correo en Filipinas empezó á regularizarse, los administradores todos hicieron á su ingreso la pretension antedicha, habiéndose puesto mas de una vez en ejecucion, y siempre se ha revocado: ¿por que ha sucedido asi? no alcanzamos otra razon que traer en respuesta, sino que el perjuicio para el comercio era efectivo, pues de no ser asi, la medida hubiera sido adoptada y hubiera continuado cuando llegó á establecerse; ha sucedido lo contrario, luego la consecuencia es lejítima, que era perjudicial y onerosa al comercio.
A trechos aparecían, conducidas en andas, hasta seis imágenes de santos, todas policromas, de barro o de madera. La quinta imagen era la de Santo Domingo. Su cara, severa y hermosa. Sobre su inspirada frente relucía una estrella de plata sobredorada. Con su mano derecha echaba el santo bendiciones.
Palabra del Dia
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