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No estaba seguro de que fuera Bactriana lo que había leído, pero en sus disputas de la aldea era poco escrupuloso en los datos históricos, porque contaba con la ignorancia del concurso. El capellán no sabía lo que era la Bactriana; y así le parecía el más ridículo y gracioso disparate la ocurrencia de traer de allí el cristianismo.

Cuando estuvo en pie dominando el concurso con la sagrada paloma de madera pintada sobre su cabeza, el ruido se fue apagando poco a poco. La muchedumbre, extraordinariamente engrosada, se apiñó otra vez debajo de la tribuna. Había ya muchos hombres que no venían por pura devoción, sino también con el objeto de juzgar el sermón literariamente.

¡Pepe Vera! ¡Ahí está Pepe Vera! gritó el concurso . ¡El discípulo de Montes! ¡Guapo mozo! ¡Qué gallardo! ¡Qué bien plantado! ¡Qué garbo en toda su persona! ¡Qué mirada tan firme y tan serena! ¿Saben ustedes decía un joven que estaba sentado junto a Stein cuál es la gran lección que da Montes a sus discípulos? Los empuja cruzado de brazos hacia el toro y les dice: no temas al toro.

Con esto, salieron desta calle a una plazuela donde había gran concurso de viejas que había sido damas cortesanas , y mozas que entraban a ser lo que ellas habían sido, en grande contratación unas con otras. Preguntó el Estudiante a su camarada qué sitio era aquél, que tampoco le había visto, y él le respondió:

El hombre del bastón, un poco cortado por la actitud del caballero y las miradas del concurso, se quitó el sombrero. Ahora, ¿qué se le ofrece a usted? ¿Es usted don Mariano Elorza? No; soy el excelentísimo señor don Mariano de Elorza. Es lo mismo. No es lo mismo. Bien, dejemos discusiones: traigo orden de prender a su hija doña María.

La opinión que prevalecía en el concurso, y de la cual se había hecho eco ya la prensa liberal de Lancia, era que aquel clérigo era un cínico, con poca o ninguna vergüenza. No se necesitaba ser muy lince para ver que se había captado la antipatía del tribunal, sobre todo del presidente, que la había puesto ya de manifiesto en varias ocasiones.

Un coche de plaza sin número esperaba a la puerta: el cochero tenía la cara cubierta con un pañuelo. Crecido número de guardias de orden público se hallaba distribuido en el concurso, y un piquete de soldados, con los fusiles en «su lugar descanso», ceñía la fachada del siniestro caserón, contemplando con ojos distraídos el hervor de aquel mar de cabezas humanas.

El teatro estaba ocupado por las personas que habían sido convidadas. S. M. fué recibido con entusiasmo y se mostró contento de los afectos que le manifestó aquel concurso numeroso y lucido. S. M. tuvo la bondad de hacer que el corregidor estuviese á su lado durante la representación; parece ha querido con esta demostración corresponder á la ciudad por los buenos sentimientos que le manifestaba

Si por olvidar entendía Lituca dejar de sentir hondamente, entendía muy bien, porque el corazón humano, tierra miserable al fin, necesita del concurso de los sentidos para conservar el calor de los afectos que le animan, y aun así se apaga la hoguera con el tiempo; pero si por olvidar entendía borrar de la memoria, se equivocaba grandemente en aquel caso.

Con este motivo se empelotaron en una disputa violenta y agria. En el curso de ella Moreno, aunque procuraba tener la lengua por hallarse en casa ajena y entre gente fanática, no pudo menos de verter algunos conceptos poco respetuosos hacia Moisés. El presbítero gordo, que era sin duda el más irritable del concurso y había escuchado la disputa con visible impaciencia, se enfureció de pronto.