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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Mi espíritu toma carne hacia el fin de la civilización antigua para comprenderla toda en conjunto armónico.
Esta capacidad es nuestra, nosotras, mujeres somos responsables del bien y del mal. Nuestra resistencia debe dictar la ley a la energía exuberante y prepotente de los hombres. Pero otra idea me doblegó: la de que para las almas fuertes no hay ley escrita en un libro; basta comprenderla. El que las desconoce todas, me dice que por mí ha comprendido la ley del amor: la fidelidad.
Quiso interrumpir a Leticia sin acabar de comprenderla todavía; pero Leticia le contuvo con un ademán enérgico y estas nuevas palabras: ¡Usted, repito, con todas esas ventajas, llorar como una desventura el recelo de que se le malogren unos intentos como los que le preocupan!
Y se fue a su cuarto el inocente, y allí, en aquella soledad en que nadie había de consolarlo, lloró a lágrima viva, lloró a raudales... Porque sentía una pena profunda que le destrozaba el corazón sin comprenderla, como destroza las entrañas sin dar la cara un cáncer oculto; porque sentía una vergüenza, por decirlo así, anónima, que le hacía ocultar el rostro bañado en lágrimas en la blanca almohadita... ¿Y por qué, por qué sentía él aquella vergüenza, si era bueno y amaba a su padre y a su madre, y adoraba a Lilí, y tenía siempre notas de sobresaliente, y le rezaba a Dios todos los días, y también a la Virgen Santísima que estaba allí delante, en un cuadro, con el Niño en los brazos?...
Su cerebro pueril y la infantilidad de su espíritu hacen que se hallen cohibidas, llenas de cortedad, incapaces de sostener una conversación, ni siquiera de comprenderla cuando los conceptos son un poco sutiles. De ahí que las pobrecitas, a todo cuanto se les dice, respondan maquinalmente con esta insustancial muletilla: «¿Ha visto?» ¡qué cosa! ¿no? ¡Qué cosa! ¿no? ¿ha visto?...»
»¿Quién sino yo podía comprenderla en este lugar, entre gente zafia y villana? ¿Quién ordenar y aclarar sus vagos ensueños? ¿Quién interpretar los enigmas? ¿Quién señalarle el blanco adonde importaba dirigir oraciones y suspiros, para que no fuesen como mal disparadas saetas que se pierden en el aire y acaban por dar en tierra, sin llegar a herir dicho blanco? ¿Quién acabar de abrir a su razón, ansiosa de verdad, el recinto misterioso de las más sublimes doctrinas? ¿Quién declararla el por qué y el cómo de las cosas, hasta donde es posible saberlo? ¿Quién servir de guía a su espíritu en sus vuelos audaces, cuando subía por cima de todo lo natural y creado, anhelante de tocar a la inaccesible, eterna e inexhausta fuente de donde mana?
¡Mis confidencias, señora! No puedo comprenderla. A excepción de la señorita de Porhoet, nadie en el castillo ha recibido de mí, ni la sombra de una confidencia. ¡Ay! respondió quiero creerlo... lo creo... pero no es bastante. En el mismo instante entró la señorita Helouin, y todo quedó concluído.
El señor Stevens, al despedirse de sus amigos, pidió algunos detalles al mensajero. No sé nada respondió éste . Dicen que han encontrado a una francesa muerta en su cama. ¿Cerca de aquí? interrumpió el doctor. A un cuarto de legua. ¿No dicen si es una recién llegada? Creo que sí; pero su criada no habla más que el francés y no han podido comprenderla.
Pensando en esto, mi padre cerró el libro, y él decía una cosa y yo otra. Hablamos de la forma y mi padre me dijo: «Desgraciadamente tú no puedes comprenderla». Yo sostuve que sí; dije que no había más que una sola belleza y que esa había de servir para todo. La Nela, poco atenta a cosas tan sutiles, había cogido de las manos de su amigo las flores, y combinaba sus risueños colores.
Cuando las noticias llegaron á la cabaña donde vivían la pobre Julî y su abuelo, la joven tuvo necesidad de que se lo repitieran dos veces. Miró á hermana Balî que era quien se lo decía, como sin comprenderla, sin poder coordinar las ideas; le zumbaron los oidos, sintió opresion en el corazon y tuvo como un vago presentimiento de que aquel suceso iba á influir desastrosamente en su porvenir.
Palabra del Dia
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