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La mejor prueba del cambio que se había operado en él, era ésta: que ya no se complacía, como en otros tiempos, en la fatigosa e infecunda labor de examen íntimo, en la continua alternativa de la duda, sino que, dejando de mano toda discusión, casi obedecía a una voluntad extraña o imperiosa.

A par que se complacía en él, se afligía de haberle pagado tan caro. En la melancólica hora del crepúsculo vespertino su preocupación fue más intensa y revistieron más negros colores los fantasmas de su imaginación atribulada. Parecía que estos fantasmas, saliendo de lo profundo de su mente, tomaban cuerpos vaporosos y se proyectaban y se hacían visibles en el aire.

Penosa alternativa para aquel incorregible vividor, mariposa de noche que prefería al aire puro de los bosques la atmósfera asfixiante de los salones, que volaba de flor en flor y se complacía en las intrigas femeninas como una vieja coqueta, pero sin renunciar a jugar su partida ni resignarse a pasar a la reserva.

Pues entonces, ¿para qué querías esa víctima? Yo no quería... ni dejaba de querer... no se trataba aquí de lo que yo quería, sino de lo que era. El Conde estaba asiduo conmigo, y yo, lo confieso, me complacía en sus asiduidades. No le amaba; pero sentía una satisfacción de amor propio en creerme amada por él. Esto me ha perdido. Vamos, hermana, tranquilízate. Nadie se pierde por tan poco.

Era el gran pasaje de su vida y se complacía en perpetuar su doble sabor de coraje y de muerte. Aquellos hombres, que parecían ablandados, emasculados por la servidumbre, se abalanzaron con presteza admirable, desnudando sus armas y descañando los hachones. El vio entonces, con certidumbre absoluta, sin fin inmediato; y se dispuso a vender caro su martirio.

En aquella época, bueno será que le advierta, que me complacía en andar muy lechuguino o sietemesino, como ustedes dicen ahora, cosa que tenía siempre escamada a mi pobre mujer. ¿Para qué te compones tanto, hombre de Dios? ¿Vas de conquista? ¡Quién sabe! contestaba riendo y dejándola un poco enojada. No es malo tener a las mujeres un si es no es celosas.

El piano, la mesa de dibujo, los periódicos que Gabriela leía y las plantas que ella cultivaba me hablaban de la joven, y a solas, en la sala, me complacía yo en recordar sus palabras, cerrar los ojos para fijar en mi mente la imagen de la niña.

Una mañana de aquellas estaba peinando la acrespada peluca del Niño con su mano alba y tersa, cuando sintió una inquietud medrosa que le hizo volver la cara. Por la puerta entornada, los ojos felinos de Julio la perseguían, apostados en la oscuridad como una maldición. Fernando se complacía en manifestar a Carmen una simpatía franca, llena de atenciones.

Jacobo sencillo, dulce, un poco grave, y tan diferente de si mismo que era imposible reconocerle, se complacía en hablar con miss Harvey que le pedía interminablemente el relato de sus aventuras y de sus miserias. El joven confesaba sus errores, sus locuras y sus faltas y describía los sufrimientos de su vida con una humildad y una emoción, que conmovían profundamente á la americana.

Harvey lo sabía y se complacía en ello. Con frecuencia decía: Mis tres hijos juntos no valen lo que mi hija. Si la naturaleza no se hubiera equivocado y la hubiera hecho varón, esta muchacha hubiera aumentado en diez veces mi fortuna; mientras que los jóvenes no harán más que gastarla. Tenía por ella una alta estimación, lo que es la mayor prueba de afecto en un americano.