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El compadre torció el gesto tristemente. ¿No estuvieron ellos próximos a ir al agua? Atolondrado por algún golpe, se habría ido al fondo como una bala. Pero el compañero, aunque pensó todo esto, nada dijo. Lejos, en el sitio donde la barca había estado próxima a zozobrar, flotaba un objeto negro sobre las aguas. ¡Allá está!

Ved, añadió luego á varios hombres que se habian reunido; intenta vender la ciudad, y por eso tiene las llaves en la mano. ¡Compadre Juan, miente usted! ¡Usted es el que miente, compadre Estéban! Y si no, ahora lo verá usted; y acercándose al Preboste, levanta el hacha y le separa la cabeza del cuerpo. ¡Y eso que era compadre! ¿Qué hubiera hecho, á no mediar el compadrazgo? Quinta.

harás algo; al paso que ellos.... Así se quemen las pestañas años y años, cuanto escriban servirá nada más para que envuelvan cominos en la casa de mi compadre don Venancio. ¿Contestamos? ¡No! Eso se quieren ellos, que les den tela. Oye, oye un consejo. Nunca salgas a defender tus escritos. La modestia... ya lo sabes.... ¡Nada tengo que decirte! Conozco bien a esos necios.

Jamás; porque jamás la furia de ese compadre alcanzará un grado más elevado, y yo apostaría mi buena escopeta contra un fusil inglés a que él perecerá. ¡Santa Virgen! ¡cómo tarda! haced que llegue pronto. Pero, ya está aquí, es él... es Pepe Ortiz. ¡Viva Pepe! ¡viva Ortiz!

Aunque desde ya podía asegurarse que los que pagarían el pato, si el rumor se confirmaba, serían los justos, los de conciencia, los que de buena fe se hubieran embarcado en la nave negrera del compadre de Su Excelencia.

No tengo yo la culpa si ha muerto el verdugo de Cádiz... Vengan diez duros más, y entonces hablaremos. EL SACERDOTE. ¡Qué horror, Dios mío! Vaya, no sea usted... EL VERDUGO. No rebajo ni un real... EL VERDUGO. Compadre, ¿acaso mato yo sus animales? Cada cual a lo suyo. Venga ese cuchillo. LA MULTITUD. ¡Bravo! ¡muera el hereje! EL GITANO. Creí que esto era más doloroso.

De Pas se detuvo, se volvió, le miró desde arriba con lástima y disimulando la ira, y le dijo lo menos malo de cuanto se le ocurría: Parece mentira que sea usted cazador. Soy cazador en seco, compadre, pero esto es el diluvio, y un bombardeo... y las arañas se me meten en el estómago... y sobre todo a me gustan las acciones heroicas que tienen alguna utilidad.

Aquel sitio se llamaba «Mal Paso». Muchas veces, los guardas de El Pardo, saliéndose de su jurisdicción, se emboscaban allí para sorprender a los dañadores cuando volvían a sus casas. En aquel sitio le habían dado un balazo a su compadre el Garrucha, una noche en que volvían los dos cargados con un par de gamos.

Eran el tío Batiste, el alcalde, y su alguacil el Sigró. La huerta quedaba sin autoridad, pero tranquila. En el mar A las dos de la mañana llamaron a la puerta de la barraca. ¡Antonio! ¡Antonio! Y Antonio saltó de la cama. Era su compadre, el compañero de pesca, que le avisaba para hacerse, a la mar. Había dormido poco aquella noche.

Está usted de enhorabuena, compadre, ¿Ve usted el tiempo que Isabel y yo nos queremos? Pues todavía no he recibido carta suya. El genio de la intriga volvió a arder en espíritu. Me propuse proseguir al día siguiente la que tenía comenzada.