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Actualizado: 30 de abril de 2025


Y se enardecía al hablar con don Roque, lamentándose de la audacia de Manos Duras y afirmando que en Río Negro no había justicia. Tres veces lo he enviado preso á la capital del territorio dijo el comisario con desaliento , y siempre vuelve libre, por falta de pruebas. ¿Qué podemos hacer nosotros?... Nadie quiere declarar contra él.

El señor comisario, como quien despierta de un dulce sueño, los miró y miró al delincuente y a todos los que alderredor estaban, y muy pausadamente les dijo: "Buenos hombres, vosotros nunca habíades de rogar por un hombre en quien Dios tan señaladamente se ha señalado; mas pues él nos manda que no volvamos mal por mal y perdonemos las injurias, con confianza podremos suplicarle que cumpla lo que nos manda, y Su Majestad perdone a éste que le ofendió poniendo en su santa fe obstáculo.

Era un hombre pequeño, vivo e inteligente, muy conocedor de los asuntos políticos, atraído a la vez por el partido griego y la influencia inglesa, pero inclinado a la oposición y siempre dispuesto a juzgar con severidad los actos del lord comisario.

Pero no resistirá, yo se lo aseguro a usted; perfectamente cómo se hacen estas cosas: cuando se ha dado un paso en vago como el que ha dado esa mujer... cuando está ofendida la moral pública... Bien, bien; ¿quedamos convenidos? , señor. Envíeme usted el fraile. Le enviaré al momento. Adiós. Servidor de usted, caballero. Salí dejando sobre la mesa del comisario algunos billetes de banco.

Los vecinos son nobles y dicen que algunos hablan el francés. ¿Pero quién sabe si tendremos tiempo de entablar conocimiento con ellos? »No echaré de menos la estancia en la ciudad, aunque en ella se viva bien. Es muy linda y en ciertos aspectos me recuerda Nápoles. La explanada, el palacio del lord comisario y los alrededores forman una ciudad inglesa.

Yo se la contaría á usted, señor comisario, pero temo molestarle. Además, no cómo termina; no me dejaron ver el final. El comisario había vuelto á mirar al techo y á silbar por lo bajo para distraer su impaciencia.

Luego pensó: «¡Qué perturbación una hembra como ésta cayendo entre hombres que viven solos y trabajan!... Y aún ocurrirán tal vez cosas peores. ¡Quién sabe si acabaremos matándonos por su culpa!... ¡Quién sabe si esta Elena será igual á la Elena de Troya!...» ¿Otro matecito, comisario?

La Baronesa dio una palmada y exclamó: ¡Eso es lo que yo he dicho desde el principio! El comisario, a una señal del juez, se puso a buscar. Pocos muebles había en el cuarto de la muerta. La cama, un ropero con espejo, una cómoda, un pequeño escritorio colocado contra la ventana, en plena luz, y en un ángulo una mesita de trabajo, era todo lo que formaba el menaje.

Y se sumió en su melancolía de hombre no comprendido. A uno de los oficiales que hablaba de las riquezas de París con ojos de codicia, lo reconoció de pronto Desnoyers por el brazal que ostentaba en una manga. Era el que había saqueado el castillo. Como si adivinase sus pensamientos, el comisario se excusó. Es la guerra, señor...

Y ya no lo vi más, señor comisario.... Ellos me lo mataron. Pero acordándose de su promesa, hizo un esfuerzo para serenarse y no hablar de la guerra. La viuda de Alberto trabaja ahora en una fábrica de municiones al otro lado de París, y yo sólo de tarde en tarde puedo ver á mi biznieto.

Palabra del Dia

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