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Y á continuación había pasado el tren de soldados ingleses como una nube de gritos y silbidos. Atilio Castro dejó que se perdiese en el túnel el último vagón, y dijo con una sonrisa algo irónica: Esos silbidos parecen un comentario á tu hermosa frase; pero no hagas caso de opiniones groseras.

Y a vosotros, hombres, os lego solamente estas palabras sin comentario: «¡Sólo sabe bien el pan que diariamente ganan nuestras manos; nunca matéis al Mandarín

La conversación era animada aunque reducida casi toda a la narración y comentario de las intrigas amorosas que se anudaban y se desanudaban en el círculo de sus conocimientos. Pepita Z * había entrado al fin en relaciones con el marqués de G *. ¡Cuánto tiempo le había estado despreciando! Como que esperaba que el duque de A * se rindiese a sus encantos.

Con acento un poco cínico, comentarió, riéndose: Está mal hecho..., ya lo , ¡qué demonio!; pero yo necesitaba salir de Rucanto a escape, sin despedidas ni explicaciones; me hacía falta dinero, y ya, de coger algo, cogí todo lo que había...; ¡que se arreglen como puedan!... Venía yo de muy mal humor...; sacrificarse duele, hombre; hace mala sangre y pone la vida oscura.

A los principios se recibió la Lógica Aristotélica y demas partes de su Filosofía con harta templanza, pues se contentaban con aprender el texto de Aristóteles y el comentario de Averroes. Andando el tiempo se fué viciando la Dialéctica de manera, que la fueron reduciendo á un infinito número de qüestiones pueriles, arbitrarias, y de ninguna substancia sostenidas con el título de sutilezas.

Cuando Ramos Mejía publicó su Neurosis de los hombres célebres en la historia argentina, en cuyas páginas, según es sabido, traza la historia clínica del tirano, Sarmiento se apresuró a comentar así ese trabajo: «La tiranía de Rosas fué una locura en acción» nos dice al comenzar su comentario . Y luego avanza esta advertencia valerosa: «Prevendríamos al joven autor que no reciba como moneda de buena ley todas las acusaciones que se han hecho a Rosas, en aquellos tiempos de combate y de lucha, por el interés mismo de las doctrinas científicas que explicarían los hechos verdaderos» . Con esa austeridad confesaba Sarmiento sus excesos polémicos anteriores a 1852, y si traigo tal confesión sobre sus ataques a Rosas, es porque esta otra figura completa a la de Facundo en la composición de su libro, y porque el «folletín» del Progreso no fué sino un episodio periodístico de la violenta predicación que los emigrados realizaban desde el extranjero contra el tirano de Buenos Aires.

En algunas ocasiones habían llegado hasta los mismos lugares de combate, oyendo el silbido de los proyectiles. El nombre de la mayor aparecía citado en una orden del día. Y siempre el mismo comentario final: «Eran buenas. Algo locas, pero de hermoso corazónTranscurrió un año de guerra. Un día circuló la noticia de que Berta había muerto, víctima de su abnegación.

»En espera de ella, te abraza con toda su alma tu amiga »Agosto 5 de 18...» »119, Grave Street-Liverpool. »Tal es la historia fiel de los sucesos, limpia y descarnada de todo comentario. Con la idea que tiene usted formada, y bien formada, de mi carácter, ¿no le parece inverosímil el papel de galán que hago yo en ella, e imposible que haya logrado acomodarme a él?

El teatro entero hacía un solo comentario. A nuestro lado, teníamos dos jóvenes impertinentes que conversaban, sin conocernos, con toda desfachatez. El viejo, aquél, el que ahora se le acerca; le decía uno de ellos al otro... No puede ser... contestaba éste. Te digo que ; ese es el novio... que toupet de mujer. ¿Pero estás seguro?

Para continuar nuestra narración, y anudar el hilo abandonado de nuestros trabajos, nos servirá una obra muy importante para el estudio de toda la literatura de aquella época, que se titula La filosofía antigua poética del doctor Alonso López Pinciano , especie de comentario de Aristóteles en forma epistolar, en el cual se exponen las reglas principales que debe observar la poesía castellana, á juicio del autor, siempre siguiendo al antiguo filósofo, pero sin dejarse cegar por su autoridad, y desarrolladas á veces con imparcialidad y sana crítica.