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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Cuando un tunecino es condenado a muerte, se le da tiempo hasta la puesta del sol para buscar el lugar en que se le haya de cortar la cabeza. Desde el amanecer, dos verdugos le cogen del brazo y le conducen al campo. Cada vez que llegan a algún lindo rincón de paisaje, un arroyuelo sombreado por dos palmeras, los ejecutores dicen al paciente: «¿Cómo encuentras esto?
La deshoja es una operación que toma la solemnidad que hemos visto en casa de don Silvestre, en las de cuantos labradores cogen maíz para todo el año, pues con el objeto de que el grano empiece pronto á ventilarse, procura el cosechero despojarle cuanto antes de la hoja que le envuelve y le perjudica mucho, después que se retira de la heredad; y como la operación es muy pesada para poca gente, es ya costumbre que se reuna toda la que quiera del pueblo, sin mas retribución que un maquilero de castañas cocidas y un vaso de vino ó de aguardiente, y á veces una sola de las dos cosas, para deshojar una cosecha en una noche, ó en dos á lo sumo.
Cuando los primeros poilus penetraron en territorio alemán, muchos franceses se alarmaron. Alemania decían está apestada de bolchevismo. A ver si nuestros soldados lo cogen y lo extienden luego por aquí... Y es que para la inmensa mayoría de las gentes, el bolchevismo no pasa de ser una enfermedad infecciosa. Los Gobiernos más serios lo tratan como una nueva forma de gripe.
¡Un momento, amigo mío! No se trata ahora de despachar a nadie; se trata de ver lo que pasa. Frantz y Kasper llevarán armas; pero tú, como te conozco, vas a dejar aquí la carabina, el cuerno de la pólvora y el cuchillo de monte. ¿Y por qué? Porque tienes que entrar en poblado, y si te cogen con armas te fusilarán inmediatamente. ¿Me fusilarán? Desde luego.
La fiebre de los negocios dominando al país entero; la alucinación de las ganancias fabulosas, que no era más que un síntoma de la misma enfermedad; a ciegas, en el laberinto de la especulación, la tierra pronto falta a los pies, no se pisa seguro, no se sabe por dónde se anda... Llega el día de la liquidación, se hace el balance, se buscan las soberbias cantidades con su lucido cortejo de ceros, que en el papel cautivaban la vista... el fondo de la caja está agujereado y por los intersticios han salido los números, como gotas de agua, evaporándose. ¡Y hay que pagar! empieza entonces la caza del oro, que se escabulle, se resiste, se escapa; y como el tiempo apremia, no habiendo ya otro recurso, se cogen los cuatro cascotes de la ciudad y los cuatro terrones del campo y se arrojan, como presa, a la jauría de acreedores.
Viven principalmente del pescado que cogen, ya zambulléndose, ó echándole dardos: son muy ligeros y atrapan guanacos y avestruces con sus bolas. Su estatura es igual á la de los otros Tehuelches, excediéndose rara vez de siete pies, y algunas no pasan de 6: es gente inocente y de buena intencion.
Por de pronto, la señora condesa estaba enferma, y la enfermedad tiene buenas espaldas para cargar con todo. ¡Pero matar a una persona que está sana! Eso es más difícil. Te pagaré según el trabajo. ¿Y si me cogen? Tomas una embarcación y te refugias en Turquía; la justicia no te perseguirá hasta allí. Es que tenía la idea de quedarme aquí. Quería comprar una propiedad.
Porque allá me cogen por su cuenta unas amigas protestantes que tengo, y que quiera que no, me hacen renegar... Usted tendrá la culpa; sobre su conciencia va. ¿Conque me quedo o me voy? Pues con esa responsabilidad tan grande no me atrevo a aconsejarle. Haga usted lo que le parezca mejor... Vaya, por fin llegamos. ¿Se ha cansado usted mucho?
El erizo de agua es muy semejante al armado, y al erizo. Está armado de espinillas, pero no tan fuertes, ni tan numerosas como las de estos últimos: su piel casi de color gris, y parece llena de arrugas: gruñe como el armado cuando le cogen, y su carne es muy sabrosa: rara vez pesa dos libras, siendo aun menores los que se cogen en los pequeños rios ó arroyos, donde no pasan de media libra.
Y algunos días después de esto, Mariano estaba en la encrucijada que llaman las Cuatro Calles, mirando indeciso las vías que allí concurren, sin saber cuál escoger para entrar por ella. Oigámosle: «¿Iré a casa de mi tía? No, que llama a los de Orden público y me cogen. ¿Iré a ver a mi hermana? No, que estará allí Gaitica. ¿A dónde iré?... Dejémonos ir.
Palabra del Dia
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