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Actualizado: 25 de mayo de 2025
Pero todo ese vano ruido se apaga y se confunde. ¡Sitio, sitio! ¡Plaza, plaza! La gran palabra, la nuestra, la de nuestra época, que lo coge y lo atruena todo.
He de confesar que el libro estaba lleno de polvo. ¿Es que el clérigo no lee tampoco? Luego que han platicado un rato, el clérigo coge su bastón, se pone el sombrero, y él y Azorín se marchan. Antes de marcharse, el clérigo llena la petaca de tabaco, tomándolo de una caja que hay sobre la camilla, y se mete también en el bolsillo un libro pequeño.
Hacer el bien sin molestarse, es una de las formas más simpáticas del egoísmo. La salvación del duque no era, sin embargo, cosa fácil. El barón no la habría logrado jamás sin un auxilio poderoso, la vanidad, que aun sobrenadaba un poco en aquel triste naufragio de todas las virtudes aristocráticas; el señor de Sanglié le asió por ella como se coge por los cabellos al hombre que se ahoga.
4 Y será, que en aquel tiempo la gloria de Jacob se atenuará, y se enflaquecerá la grosura de su carne. 5 Y será como el segador que coge la mies, y con su brazo siega las espigas; será también, como el que coge espigas en el valle de Refaim.
Así, el fruto del árbol que se cultiva con esmero, cuando llega á su madurez y no le coge la tímida diestra del hortelano, cae en la tierra por virtud de su propio peso. Así también se puede explicar que el crucero Princesa de Asturias se botase al agua no bien la ocasión fué propicia.
La rama de los Moreno-Isla establecía además un enlace remoto entre doña Casta y Guillermina Pacheco; pero este parentesco era ya de los que no coge un galgo. Guillermina y la viuda de Samaniego no se habían tratado nunca. Jactábase doña Casta de haber educado muy bien a sus dos hijas. La mayor, Aurora, guapetona, viuda de un francés, era mujer de mucha disposición para el trabajo.
Siempre, naturalmente, que los millones no se quedaran todos en algunos bolsillos particulares... Hay muy poco dinero en España. Poco y malo. El primer tendero a quien le doy un duro lo coge y lo arroja diferentes veces sobre el mostrador con una violencia terrible. Yo hago votos para que, si no es de plata, sea, por lo menos, de un metal muy sólido, porque, si no, el tendero me lo romperá.
Buenos días, tía.... ¿Me haces un favor? Mande usted. Coge el sombrero, y corriendito te vas a oír misa. Oye: están llamando; es la misa del P. Solís, que es ligera.... ¡Anda, ve, pídele a Dios que te vaya bien! Obedecí a la anciana, corrí al templo, y oí la misa muy devotamente. Media hora después estaba yo de vuelta. Cuando llegué, los caballos me esperaban a la puerta.
Aquella dolencia que ni el médico de este pueblo ni el de Argamasilla entendieron, me coge ya toda el arca del pecho, quitándome la respiración de tal modo, que a cada momento pienso que se me va fuera el alma. Y aprovecho el poquito tiempo que esta señora ha de estar dentro de mi cuerpo, para escribirte y darte la despedida, sintiendo mucho no poderlo hacer por mi mano.
Juan coge el manojo de llaves colgado de la pared y hace una seña a Gertrudis para que le siga. ¿Adónde vais? pregunta Martín alzando los ojos del libro. Una gallina está poniendo fuera del gallinero; dice vivamente Gertrudis. Vamos a buscar el nido. Y ni siquiera se pone colorada.
Palabra del Dia
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