United States or Barbados ? Vote for the TOP Country of the Week !


En esos momentos, en efecto, estalló con gran violencia la tormenta, y no dio más tiempo que para poner a cubierto el caballo y el coche. Se ha dicho que la soledad nos hace tímidos, mas en ciertos casos produce el efecto contrario.

Ni chistó: endispués de leerla se puso pálida, como amortajá, ¡y le entró un temblor! ¡Me daba una lástima! ¡Y miusté que pa darme a lástima una señorita! La noche... ¡ha tomao más tila! vez que una mujer tié que tomar tila, le debían dar rejalgar a un hombre. Al otro día, es decir, ayer, comenzó a vestirse a las doce: se puso maja de veras. En enaguas... un ángel. Pidió el coche pa las dos.

Faltan El galán sin dama y Los riesgos que tiene un coche. El título completo es: El enano de las musas. Comedias y obras diversas de Alvaro Cubillo de Aragón: Madrid, 1654.

Y aquella vida galante de la corte le producía cierto deslumbramiento como los fulgores de un sueño feliz. Cuando había estado en Madrid, su cualidad de provinciana rica, no le había consentido gozar más que de los teatros, de los paseos en coche por la Castellana, de las tiendas y las calles. De la corte, de sus saraos y regocijos, había permanecido tan distante como en Sarrió.

Por fin llegó la certidumbre, y él esperando, esperando una ocasión de decírselo a ella... Así, cuando le contaron que Benina quería al galán bunito, y que se lo había llevado a su casa nada menos que en coche, le entró tal desconsuelo, seguido de tan espantosa furia, que el hombre no sabía si matarse o matarla... Lo mejor sería consumar a un tiempo las dos muertes, después de haber despachado para el otro mundo a media humanidad, repartiendo golpes a diestro y siniestro.

Oigasté, ¿y si le dijeran: «Suelte lo que no es suyo?...». Ahí va otro. ¡Cuánto habrá robado ese hombre para llevar cocheros con tanto galón!... Anda, anda, y allí va un cochero montado en el caballo de la derecha, con su gorrete azul y charretera... ¡Eh!, y en el coche van dos señoras... ¡Vaya unas tías, y cómo se revuelcan en los cojines! Oigan ustés, ¿de dónde han sacado tanto encaje?

Es que usted es navarra y con sal y yo quiero probar de esa sal replicó Martín. Pues tenga usted cuidado no le haga daño. ¿Quién lleva usted en el coche? Unas viejas. ¿Volverá usted por aquí? En cuanto pueda. Pues, adiós. Adiós, hermosa. Oiga usted. Si le preguntan por donde hemos ido diga usted que nos hemos quedado aquí. Bueno, así lo haré. El coche pasó por delante de Los Arcos.

¡Ahí está Hipólito!... exclamó Melchor y asomándose por la ventanilla del coche que aun marchaba, le gritó: ¡Hipólito!... ¡Hipólito!... ¡aquí!... ¿Quién es ése, ché? El cochero de la estancia... ¡verán qué tipo!... toma tu valijita, Lorenzo... y para ti Ricardo, toma... ¡ que no puedes pasarte sin los diarios!... ¡No seas pavo!...

¡Todo el día en coche! ¡Qué horror! No; se hace una parada para almorzar y... sestear en la posta del «Paso»... ¿Qué te parece, Ricardo, una siesta en pleno campo? ¿El qué?... ¡El qué!... ¿Estás dormido? Estaba distraído. Bueno, ya llegamos; ahora en el tren te repetiré el caso.

Hace seis meses que no asisto á fiestas semejantes y todas las notas de la partitura me bullen en el cerebro. Creo que me vendría bien tomar el aire. Entonces despediré el coche y volveremos á pie. Á poco tiempo salimos á la calle y nos pusimos á pasear por los inmensos barrios de la ciudad, fumándonos un exquisito cigarro.