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Actualizado: 8 de junio de 2025
Que habia la esperanza de conseguir la real clemencia, si persuadian á los indios, y los PP. mismos en persona viniesen á él con los caciques y cabildos rendidos y humillados: porque si no lo hacian así, luego al punto habia de egecutar todo lo contrario, vistas y oidas las cosas.
Tarde, cruel, ofreces tu clemencia, Pues no hay en quien usarla, que yo quiero Pasar por el rigor de la sentencia. Que consuelo amargo lastimero De mis padres y patria tan querida Causó el ultimo fin terrible y fiero. Dime, tienes por suerte aborrecida, Ciego de un temerario desvario, Tu floreciente edad, tu tierna vida?
«Pero la clemencia divina es inagotable. No hay pecado, por enorme que sea, que no pueda borrarse por la misericordia de Dios. El amor del Salvador a las almas que ha redimido con su sangre no se marchita y fenece como el de los hombres. Como un amante padre, como un esposo enamorado, está siempre dispuesto a abrir los brazos al pecador arrepentido.
Dí gracias á Dios Omnipotente, que por su clemencia no permitió que yo me embarcase en aquella náo. El autor navega otra vez de Cádiz á Amberes.
El millonario miró á su primo con ojos mansos y sin expresión, unos ojos bovinos que parecían pedirle clemencia, al mismo tiempo que se pasaba la mano por la barba borrando el escupitajo del odio. Fué á hablar, pero no pudo. Un fantasma negro que agitaba su manteo como unas alas fúnebres tiraba de él. Era el Padre Paulí. Don José. Vámonos de aquí. ¡A Begoña! ¡A Begoña!
Gloria, que no sin dolor y envidia reconoció negada a los suyos, el propio Josefo, cuando escribe: que fue no pequeño don de la clemencia Romana, la participación de su nombre a los vencidos: los Españoles antiguos dice, los Tirrenos y los Sabinos, Romanos se llaman. Solo los Judíos son y se llaman en todas partes Judíos, sin que jamás hayan merecido la gloria de Romanos.
Se muestra el hijo de piedad desnudo: Y contra el hijo el padre con rabiosa Clemencia levantando el brazo duro, Rompe aquellas entrañas que ha engendrado, Quedando satisfecho y lastimado.
Despues de esto, envió á sus casas algunos cautivos de cada uno de los pueblos, con dos cartas de un mismo tenor para cada pueblo: una venia en idioma español y otra en guaraní: en ambas exageraba su clemencia, y principalmente en el cuidado de los heridos, y que con su paso tardo queria mover la barbaridad de los indios, causa de tantos desastres, y que con tantas muertes de sus parientes se mostraban inmobles á los llantos de tantas viudas y pupilos; que si no venian con sus curas y cabildos humillados, y pedian perdon, habian de sufrir el último rigor y suplicios.
Reconoció el enemigo su venida y como entre infantes y caballos no llegaban á tres mil los nuestros, juzgaron que venia á rendir las armas, y entregarse á la clemencia de Miguel; y esto lo tuvieron por tan cierto que ni querian tomar las armas ni salir de sus cuarteles.
Al aproximarse la vanguardia, un soldado dragon, que se hallaba inmediato al General, le advirtió que en una cañada, situada al frente, reconocia como dos ó tres indios: pero creyendo serian algunos vecinos de aquel valle, que ignorando la clemencia con que se les trataba, se habian acogido á aquellas asperezas, temerosos del castigo que merecian, mandó que no los incomodasen ni les hiciesen daño alguno, y siguió adelante hasta un ayllo, que distaba un cuarto de legua: cuyos vecinos, que serian como unos 80 de ambos sexos, salieron á recibir las tropas del Rey, y puestos de rodillas delante del General, pidieron con muchas lágrimas les perdonase sus delitos.
Palabra del Dia
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