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Actualizado: 8 de junio de 2025
Parécenos oportuno exponer en general la enumeración de los personajes más comunes de los autos sacramentales: El Padre Eterno, el Rey del Cielo, el Príncipe Divino. La Omnipotencia. La Sabiduría. El Amor Divino. La Gracia. La Justicia. La Clemencia. Jesucristo bajo distintas formas, por ejemplo, como el buen pastor, como caballero cruzado, etc.
Unos y otros sin embargo llevaban indistintamente el nombre de mudéjares , porque nunca los piadosos reyes cristianos permitieron que los muzlimes que se habian entregado á la clemencia fuesen tratados como siervos, y en rigor estos no eran cautivos.
Un amigo suyo le ruega que le ayude á conseguir la mano de su amada Clemencia, que su padre le niega. Este, llamado Martín Crespo, deja entonces de ser alcalde, y ejerce por última vez sus funciones de juez.
Un desgraciado, perseguido injustamente, que ha sufrido la angustia de la detención, de la cárcel, del juicio, y que ha cumplido una parte de la pena, ¿no puede ser objeto más que de una medida de clemencia y no de un acto de justicia? Algo es algo. Hoy, basta un hecho nuevo que pueda establecer la inocencia del sentenciado para que se pueda pedir la revisión.
Prepararse a la muerte es, en el lenguaje católico, ponerse en estado de gracia, esto es, zanjar sus cuentas en la tierra, haciendo el bien y deshaciendo el mal, en cuanto a nuestro alcance esté, tanto en el orden de las cosas eternas, como en el de las temporales, y granjear así, con la oración y el arrepentimiento, la clemencia de Dios en favor de nuestras almas.
Llegaron á Cataluña, y dieron al rey su embajada; propusieron el agravio grande que se les habia hecho emprender debajo de fé y palabra á Berenguer su capitan, y continuar lo mal hecho alargando su libertad; que de parte de todos venian ellos á hecharse á sus pies, esperando de su clemencia, que olvidados los disgustos pasados, daria el remedio que conviniese, y buen despacho á su peticion.
Veía todo eso, y, un poco por clemencia y otro poco por lealtad, sentía impulsos de gritar a Yolanda: «¡Ten piedad de ti misma! ¡todavía estás a tiempo! ¡No te cases conmigo!...» Nota breve: en aquella época, el matrimonio civil no existía aún.
Los más bellos y elevados preceptos de los grandes hombres, degeneran y se pervierten al realizarse por sectarios y continuadores. Pepe Castro, aunque advertía estas deficiencias e imperfecciones de su discípulo, no se las echaba en cara. Antes, con la nobleza propia de los grandes caracteres, extendía sobre él su clemencia para perdonarlas y ocultarlas.
Y por ser ésta la verdad, digo que si muero en este reino y amparo desta corona, ha sido á más no poder, y por la necesidad en que me ha puesto la violencia de mis trabajos, asegurando al mundo toda esta verdad, y suplicando á mi Rey y señor natural que con su gran clemencia y piedad se acuerde de los servicios hechos por mi padre á la Majestad del suyo y á la de su abuelo, para que por ellos merezcan mi mujer é hijos, huérfanos y desamparados, que se les haga alguna merced, y que éstos, afligidos y miserables, no pierdan, por haber acabado su padre en reinos extraños, la gracia y favor que merecen por fieles y leales vasallos, á los cuales mando que vivan y mueran en la ley de tales.
El Sr. Antonio pensaba en aquellos días en admirable conformidad con M. Morel Fatio en los presentes; los contemporáneos eran los que no la tenían, por más que el natural piadoso de Felipe III le estimulase doblemente á señalar su advenimiento con actos de clemencia y de dulzura.
Palabra del Dia
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