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Actualizado: 8 de junio de 2025
Pero q. presupuesto q. la clemencia de V. Mag.^d ha descubierto tanto rigor, q. se puede muy bien juzgar q. su vida y persona quedan en mayor riesgo y peligro q. jamas tras esta prueua por la nota, y encuentro que reciue el Rigor de la Piedad, le es forzoso sup.^car a V. Mag.^d que llegue al cabo el negocio en esta coyuntura.
A sus primeras palabras, todos los que conservaban alguna energía se agitaron bajo la luz humosa del único farol. Cesaron los quejidos. Se hizo un silencio de sorpresa, de pavor, como si estos moribundos pudiesen temer algo más grave que la muerte. Al oír que iban á quedar abandonados á la clemencia del enemigo, todos intentaron un movimiento para incorporarse; pero los más volvieron á caer.
Mirando al mismo tiempo como por principal objeto el que cesen las ofensas á Dios Nuestro Señor, cuyos ministros, los Señores sacerdotes, tendrán el debido aprecio y veneracion á sus estados, y del mismo modo las religiones y monasterios, por cuya piadosa y recta intencion con que procedo, espero de la divina clemencia, como destinado por ella, para el efecto me alumbrará y gobernará para un negocio en que necesito toda su asistencia para su feliz éxito.
Fué este año infausto para la monarquía por el levantamiento y guerra de Cataluña; la iglesia de Córdoba resolvió implorar la clemencia divina poniendo por medianeros á sus santos mártires, y sus reliquias fueron llevadas con procesion general á la catedral, donde se les hizo fiesta ocho días seguidos, desde el 23 de febrero hasta el 3 de marzo.
Conservaría un sentimiento indeleble, al mismo tiempo de creerme obligada por su clemencia. Renuncio a esa doble carga. ¿Entonces? pregunté anhelante de emoción. También ella estaba conmovida, y en sus ojos brillaban las lágrimas. Su voz se debilitó y me dijo muy bajo: Creo que nos hemos engañado... No soy yo la mujer que le conviene a usted... y acaso no es usted tampoco como yo había creído...
Ni fue quizá sin misterio el morir aquella mujer anegada en óleo, símbolo de la clemencia, pues si al un cómplice la misericordia le mata, ¿qué no le queda al otro que temer de la Justicia? Y si una balsa de aceite sabe hacerse tempestad para anegar a un delincuente en tierra firme, ¿qué tormentas de vengadoras olas no le han de sepultar en el mar airado al cómplice del delito?
Cogiendo sólo flores, nunca su mano hermosa ha tocado del vicio la copa contagiosa, ningun lazo la arranca al amor y al hogar; en su clemencia olvida pasados extravíos... ignora qué son esos pensamientos impíos que pasan por el alma cual sombras por el mar.
Abraham, á cuya noticia llegan sus extravíos, se propone traerla de nuevo al camino de la virtud; consigue, en efecto, conmover su depravado corazón, pero ella duda recuperar de nuevo la gracia divina. Asegúrale el ermitaño que, por grande que sea nuestro pecado, puede lavarse con la ayuda de Dios, y al cabo le infunde, con sus predicaciones, confianza en la clemencia del Señor.
Dejándolos ir les dejaba perecer en su perfidia; prendiéndoles en las cárceles les dió tiempo, oportunidad y luz para conocer sus delitos y llorar arrepentidos su pecado, y en todo caso así justificó Dios en los unos su causa, y lució en los otros su clemencia.
Para aplastar sin miedo, de frente, sin clemencia, la sierpe que envenena tu mísera existencia, arrastrando la muerte, nos tienes, patria, aquí. La madre idolatrada, la esposa que adoramos, el hijo que es pedazo de nuestro corazón, por defender tu causa todo lo abandonamos: esperanzas y amores, la dicha que anhelamos, todos nuestros ensueños, toda nuestra ilusión.
Palabra del Dia
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