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Actualizado: 7 de junio de 2025


La serenidad le salvó al capitán y quizá también nuestros informes. El inglés, que es muy perro, no necesita muchos expedientes para ahorcar a un capitán sospechoso de piratería. No en balde han pirateado ellos durante cientos de años. Tristán, el de la cicatriz, se manifestó rebelde y lo castigaron varias veces.

Al mismo tiempo mandó botar la ballenera, la izamos tirando de las cuerdas, y la bajamos al mar por el lado contrario adonde se encontraba el inglés. Se ató la rueda del gobernalle de El Dragón. Tristán, el de la cicatriz, dijo al teniente que, si no le parecía mal, iba a abrir un boquete al barco. El capitán no replicó.

Ugarte, por lo que dijo, había vivido en Filipinas, y estaba aburrido de aquello y quería marcharse a América. Tristán, el antiguo, se encontraba muy cambiado; tenía una cicatriz reciente, roja aún, en la cara, que le cogía desde la ceja de un lado hasta la comisura de la boca del otro, cortándole el labio superior. Nuestro antiguo piloto bebía el brandy como si fuera agua.

Entretanto, Ramiro se hastiaba. Su herida no acababa de cerrarse. Un círculo tumefacto rodeaba la morosa cicatriz, pronta a reabrirse al menor esfuerzo.

A la poca luz que allí consigue penetrar puede verse la faz de ambos excesivamente roja, tan roja que parece imposible no brote la sangre de sus ojos encarnizados. La del barón ha llegado al límite de su fiera y espantable fealdad. Aquella cicatriz sangrienta que le surca el rostro se destaca ahora con todas sus rugosidades, tan áspera y negra que da grima verla.

Era preciso que la amase mucho, puesto que la permitía tocar su excelente puñal de Toledo y sus buenas pistolas inglesas. ¡Qué más! ¡Hasta le confiaba la custodia de su provisión particular de vino y de aguardiente! Pero lo que probaba más que nada el amor de Kernok, era una ancha y profunda cicatriz que Melia tenía en el cuello.

Y esta mujer, amigo, le penetraba a uno... amigo, le enloquecía... verdaderamente le condenaba el alma con su maldita fascinación. Un día le dije: Celeste, ¿cómo demonio se te hizo esa maldita cicatriz? A lo que me contestó: Roberto, a ningún blanco más que a usted lo contaría; esta cicatriz me la hice yo con toda intención, me la hice yo misma, a fe.

Las manos carecían de dedos; los brazos se habían acortado y eran aletas ó informes muñones; las mejillas ocultaban bajo placas de algodón el zarpazo de la granada, igual á una cicatriz cancerosa; la horrible oquedad de la nariz desaparecida se disimulaba con un tapón negro sujeto á las orejas.

Por eso no ha rajado la piel, y en vez de herida resultó contusión. Conchilla, que miraba el brazo de su amante con tristeza y sobresalto, se precipitó al fin sobre él y le besó la cicatriz con transporte, sin importarle las risas y las cuchufletas que esto produjo. Amparo y Socorro se habían quedado sentadas al lado de la mesa, una frente a otra.

Tristán, el de la cicatriz, debía haber hecho causa común con los sublevados. Los marineros y chinos no se preocuparon al principio de nosotros; pusieron las bombas y estuvieron bebiendo hasta hartarse. Pasado el primer momento de pánico, nos aprestamos a defendernos.

Palabra del Dia

rigoleto

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