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Actualizado: 11 de junio de 2025


¿Y doña Ramona?... Ché, Ricardo le interrumpió Melchor, repitiéndole al golpearle cariñosamente el muslo y mirándole fijo en sus ojos como para subrayar la intención de la frase: ¿Y doña Ramona?... ¿No es un consuelo?... Iba cayendo la tarde... El sol parecía hundirse entre montañas de nubes que él mismo pintaba con diversos tonos entre estallidos rectos de rayos rojos.

¡Hombre!... que si la Pampita me desahuciara rotundamente, ¡y eso que esta vez va como nunca!, yo me conformaría pensando... ¡Con los colores complementarios! le interrumpió Melchor. No, ché, pensando en lo que nos decías en el tren, ¿te acuerdas? «el mundo está lleno de Clotas». ¿Quiere que vayamos, don Melchor, a ver esa hacienda que han traído? Bueno, ¿ustedes se animan?

Los tres viajeros se miraron como interrogándose sobre el alcance de aquella observación y cuando se disponían a contestarla dijo don Casiano: Hijita, ya que estos señores no gustan mate, ¿por qué no les muestras el jardín?... y les juntas unas florcitas, para que lleven. Si ustedes lo desean... , ché, vayan les dijo Melchor, mientras mateamos nosotros con don Casiano.

¿Te acuerdas de lo que te decía en el tren, hablándote de él?... ¿Hace mucho que está al servicio de ustedes? Más de diez años, y gracias a él la estancia ha prosperado, porque tiene todas las condiciones imaginables, sin ningún defecto: es honradísimo a carta cabal y trabajador sin descanso. ¿Y su familia, ché?

En cincuenta mil pedazos me partiría yo para pagarle, y luego, de yapa, le daba cincuenta mil puntapiés con mucho gusto. ¡Mira, ché, no hay suerte más perra que la nuestra! ¿Sabes una cosa? dijo Quilito, a me parece que tu padre se ha enredado también en las cuartas; él tiene acciones del Vitalicio, y es muy amigo de Schlingen.

¡Sin duda! dijo Melchor, el barómetro marca ya 755 milímetros agregó, mirando al que pendía de la pared del comedor, donde acababan de almorzar. ¡Qué agradable sería dormir la siesta bajo un buen aguacero! Aquí tienes, ché, Ricardo, un día excelente para ir a visitar la «Pampita»... y hacer méritos... ¡Hacer una barbaridad!... porque me moriría en el camino.

Allí están; ahí ha fondeado el Salto, allí el Pampero, más atrás el Hércules; aquel que viene andando todavía es el Pintos, y los otros dos barcos de la izquierda son de vela, el San Juan Bautista y el Río Bamba. ¡Ché! y vos cómo sabés los buques le dijo Alejandro. ¡Oh! no ve que soy del Bajo, amigo contestó el negro.

Era la canción que el poeta menestral, el amigo de Alberto Durero, escribió en honor de Lutero al iniciarse la gran revolución: y la artista, puesta de pie en la popa, saludando con su sonrisa al ruiseñor, comenzó a cantar: Sorgiam, che spunta il dolce albor, Cantar ascolto in mezzo ai fior Voluttuoso un usignuol Spiegando a noi l'amante vol!...

Un berrido ensordecedor, un «¡che... e...e!» estridente, prolongado hasta lo infinito, como el grito de guerra de los pieles rojas, conmovía las calles.

Si no me altero, ché repuso Melchor apaciblemente; pero alzando de nuevo el tono de la voz exclamó; ¡sólo que no le voy a permitir a Lorenzo ni a nadie, que me falte en mi casa! Yo soy incapaz de ofenderte dijo Lorenzo en el mismo instante en que entrando al comedor y dirigiéndose a Melchor, dijo Baldomero: Quiere venir un momento, don Melchor... ¿Para qué?...

Palabra del Dia

rigoleto

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