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Habíale parecido su mujer hermosa: pero entonces le pareció que la hermosura de su mujer no pertenecía á la vida, que tenía algo de fantástico, de divino. ¡Juan de mi alma! le dijo doña Clara ; vámonos de aquí: me parece que me van á arrancar de tus brazos, que se va á cerrar de nuevo esa puerta, que no te voy á volver á ver.

Pasó días enteros sin tocar las alforjas de víveres. No sentía hambre, y detenerse á comer representaba una pérdida de tiempo. Hacía alto al cerrar la noche para no perderse en la obscuridad; pero apenas se extendían las primeras luces del amanecer sobre este mundo desierto, reanudaba la marcha.

Por lo tanto, aquel mal golpe le había sido hecho a Marner por alguien a quien en balde perseguiría el constable. Qué motivo habría tenido el ladrón sobrenatural para verse obligado necesariamente a esperar que Silas se olvidara de cerrar la puerta con llave, no se le ocurrió a nadie.

Sólo quedaban los más viejos, y fué para él una fortuna que hubiesen traído al amanecer la diaria provisión de pescado. Gracias á esto, los servidores pudieron preparar el caldero, y Gillespie, al cerrar la noche, encontró algo que comer, á pesar del abandono que notaba en torno á su persona. Pasó una gran parte de la noche de pie, mirando hacia la ciudad.

Estiéndese este cabo, desde esta defensa, ó muralla algunas leguas dentro del mar, y en él hay muchas poblaciones, y abundantes valles, fértiles colinas. Era en los tiempos antiguos Isla, pero después se vino á cerrar con las arenas.

Al llegar á la puerta de su aposento, el corchete adelantó y le asió por un brazo. Pero señor dijo Montiño , ¿creíais que me iba á escapar? No; no, señor dijo el alguacil , pero podríais olvidaros de , entraros, cerrar la puerta y dejarme fuera.

Con ello, «una Salve a la Virgen de las Nieves» y un «Viva Jesús sacramentado», santiguámonos, cubrímonos, acabó de cerrar la noche y nos dispusimos a continuar la interminable jornada.

Mejor fuera manejar la azada o el pico que abrir y cerrar sin tregua las tenazas abrasadoras, que además de quemar los dedos, la mano y el brazo, cansaban dolorosamente los músculos del hombro y del cuello.

Al ver las ventanas abiertas en todo su largo para dejar entrada libre al aire sano del mar y los ecos de su eterno lamento, nadie en Filipinas diría que allí se encontraba un paciente, pues es costumbre de cerrar todas las ventanas y las más pequeñas rendijas tan pronto como alguno se acatarra ó coge un dolor de cabeza insignificante.

Por encima de mi cabeza Carmen levanta el brazo, tira el diario y Julio lo caza en el aire. "Sucedió todo en un abrir y cerrar de ojos. Yo me quedé fría, mirando en las manos de Julio estas páginas que contienen, desnudas, tantas cosas íntimas y ardientes que a él se refieren. "No si tuvo Julio la intención de abrirlo. No si lo hubiera hecho.