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Actualizado: 24 de junio de 2025
En esta cuenta no se comprende la suma que se reservaba el director de la compañía. D. Rodrigo Calderón, el duque de Lerma y otros magnates, al contrario, concurrían más al Príncipe, en donde tenían un aposento con celosías.
Cuando me retiré, cerca ya de la puerta, mandé á la duquesa que fuese al banco donde había estado sentada por mi pañuelo, que había dejado olvidado de intento. La duquesa se alejó; el lugar á donde la había enviado estaba algo lejos. Entonces fuí al mirto donde al principio de la noche había visto desde detrás de las celosías de mi balcón poner un papel á don Rodrigo.
Una arquitectura pesada y de estupenda solidez, multitud de hermosas iglesias que son mediocres monumentos, calles anchas, rectas y sin pavimento, muros pintados de amarillo y rojo, puertas arqueadas, galerías de columnas prodigadas, inmensos salones, altas celosías de hierro en todas las ventanas, muebles colosales y pesados para el menaje interior, bellas arboledas de frutales en todos los patios, y mil pormenores en extremo curiosos, le dan á Mompos el aire de una ciudad hispano-morisca, que tiene el sello de la conquista ibérica.
A las veces sólo quiero acordarme de Ramiro, y me siento como hechizada. ¡Ah, y qué celos me asaltan! Tengo celos no sé de quién, celos rabiosos de todos los estrados, de todas las celosías e aun de la fontana de la plazuela con sus mozas de cántaro. ¿No echaría sobre mis ropas o mis cabellos algún polvo de brujas el día aquel de las polillas?
El rostro de Beatriz, tras las celosías cruzó por su espíritu. Luego, como despertando: Dejalde, padre, que se atosigue con su propia ponzoña exclamó. Peor para él si no sabe aceptar su condición. Esta frase, lanzada con arrogante menosprecio, fue como un fustazo en las orejas de un tigre.
Si ántes era una rosa por linda y fresca, es ya la triste niña blanca azucena, que sufre y llora, y lágrimas y penas la descoloran. Y aunque el viejo la guarda como un tesoro, de las miradas torpes de avaros ojos, y celosías no dejan ver su encanto que el sol codicía;
Levantose el viento con fuerza, sacudió las celosías y agitó las blancas cortinas de un modo fantástico; luego, una niebla gris se deslizó suavemente por encima de los tejados, acariciando las paredes barridas por el viento y envolviéndolo todo en luz incierta e imponente quietud...
Almorzaba, comía y cenaba por diez maravedís casa de su vecina la tía Zarandaja; descolgaba sus bacías, y quitaba sus celosías a puestas del sol, y al cerrar la noche se salía sin que nadie le sintiese; iba adonde nadie sabía, y volvía a su casa sin que la vecindad pudiese enterarse de la hora de su vuelta.
Las calles por donde pasa se cubren con tapices, los más bellos del mundo, porque no me refiero sólo á los de la Corona. Los hay á millares de los particulares, verdaderamente admirables. Quítanse las celosías de los balcones, y se cuelgan de ellos tapices con ricos ornamentos en los huecos y doseles; toldos de lienzo dan sombra á las calles, é interceptan los rayos del sol.
Pero observemos bien esta reja, que no se me despinte; encima hay otra con celosías. Otra reja volada; no se me confundirá. Además es la primera. Y el duque se separó de la reja, tomó el camino de su casa y se entró en ella por un postigo sin ser sentido de nadie.
Palabra del Dia
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