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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Lloró la artista oculta en su hotel más de una semana, con gran enfado de Salvatti, que no gustaba de la desesperación dolorosa porque agostaba la hermosura. ¡Sola!... Con su locura había causado la muerte de su padre; ya sólo le quedaba en el mundo aquella buena tía que vegetaba lejos como una planta sin más vida que la devoción. Miró a Salvatti con odio.
Me alegro; es preciso que salgas de aquí. Comprendo lo que ha pasado; todo lo sé; en la botica me lo dijeron todo. Yo hablaré con Castro y le diré cuántas son cinco. Nada de eso me ha causado extrañeza; me lo esperaba yo. Por eso te recomendé que no dijeras nada, y te dije: «¡Chitón!» Así es Castro Pérez.
Entre tanto el novio estudia en Estrasburgo, y acaso hace la córte á otra desgraciada. ¡Qué corazones hay en el mundo! ¿Qué hace esa mujer? Nos preguntaba la lechera. ¿Cómo vuelve á la casa que ella abandonó? ¿Cómo vuelve al pueblo que ella escandalizó con su locura? ¿Cómo escribe á sus padres, á quienes ha causado tanta afrenta y tanto dolor?
Habiendo nuevo pecado, nueva infracción de la ley moral en el remedio, aunque este segundo pecado sea menor que el primero que cometiste, no debes cometerle. Dios, si quiere, remediará el mal causado. ¿De suerte que no hay más que cruzarse de brazos; dejar rodar la bola? No hay más que dejarla rodar, ya que deteniéndola puedes hacer que todo ruede.
El no ser causado, y el no estar inherente, son cosas muy distintas; la primera trae consigo á la segunda, mas nó la segunda á la primera. Todo ser no causado, ha de estar libre de la inherencia; pues por lo mismo que no es causado, es necesario, y encierra en sí cuanto ha menester para no estar inherente á otro.
Seguíles al Retiro, aunque a respetable distancia, porque me hubiera causado mucha vergüenza el que la mamá se enterase: la chiquilla, con menos prudencia, volvía a cada instante la cabeza y me dirigía sonrisas, que me tenían en continuo sobresalto. Al fin volvimos a casa en paz.
Calificábanle las señoras de atento; sus compañeros, de muchacho corriente y agradable; su tío, de chico listo y con el cual se podía departir acerca de asuntos de comercio. Su temperatura moral no subía ni bajaba a dos por tres; no se le conocía ardor ni entusiasmo por ninguna cosa; la fiebre de la mocedad no le había causado una hora de franca y declarada calentura.
Y en efecto, en aquella ocasión me había causado sorpresa la intensa tristeza que expresaba el semblante del ilustre marino, como si presagiara su doloroso y cercano fin.
Engañada por estas halagadoras palabras, la condesa exclamó alegremente: Os creo, la victoria me ha causado a mí también una viva impresión. Desde que estoy cierta del triunfo, mi corazón se ha aliviado de un peso enorme.
Tomé maquinalmente la mano que me tendía, una mano pequeña, fina y fresca, cuya frialdad me dio la noción de que la mía abrasaba. Estábamos tan cerca que distinguí con toda exactitud sus facciones y me espantó la idea de que a su vez debía verme como yo a ella. ¿Le hemos causado miedo? añadió.
Palabra del Dia
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