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Actualizado: 20 de mayo de 2025


Las últimas palabras ofendieron al marqués; pero Elena, dándose cuenta de esto, cambió rápidamente de actitud, aproximándose á él para poner las manos en sus hombros. ¿Por qué no le escribes á la vieja?... Tal vez pueda enviarnos ese dinero vendiendo alguna antigualla de tu caserón paternal. El tono irrespetuoso de tales palabras acrecentó el mal humor del marido.

La Regenta no tuvo que cerrar la puerta del caserón a nadie, como se había prometido, por que nadie vino a verla, se supo que estaba muy mala, y los más caritativos se contentaron con preguntar a los criados y a Benítez cómo iba la enferma, a quien solían llamar esa desgraciada. Ana prefería aquella soledad; ella la hubiera exigido si no se hubiera adelantado Vetusta a sus deseos.

En aquel caserón de la calle de Méjico, que más parecía dependencia de cuartel que habitación de familia, de techo de teja abohardillado y ventanas voladas de gruesos barrotes, vivió, pues, muchos años el viejo don Aquiles, con sus tres hijos: Gregoria, la mayor; Pablo Aquiles, el varón, y Casilda, la menor, no la vida de paz del hogar, seguramente, porque allí se andaba de zarpa a la greña todos los días de la semana, a causa de la mala educación de los hijos y el carácter atrabiliario del padre.

¿Y aquella otra torre gris? La iglesia de San Miguel, y á la izquierda la de San Remo. El caserón inmediato es el palacio de Berland. Mira también esas fuertes murallas, con tres poternas hacia el río y diez y seis en todo el circuito de tierra. ¿Y á qué el continuo sonar de tantos clarines?

Si los acreedores se mostraban amenazantes, recurría al «secretario». Debía ver á mamá inmediatamente: él quería evitarse sus lágrimas y reconvenciones. Y Argensola se deslizaba como un ratero por la escalera de servicio del caserón de la avenida Víctor Hugo.

El palacio de Carraspique, comprado por poco dinero en la quiebra de un noble liberal, que murió del disgusto, estaba enfrente del caserón de los Ozores, en la Plaza Nueva, podrida de vieja. El Magistral se dejó introducir en el estrado por una criada sesentona, que ladraba a los pobres como los perros malos. A los curas les lamería los pies de buen grado.

Iba siendo Mesía al caserón lo que Frígilis a la huerta.

El caserón, no obstante, tenía su alegre nota. Como la voz del grillo en una grieta del sepulcro, así era la voz del conserje Alonso, cantando peteneras en su habitación cercana al portal y en el patio. Era un hombre casi viejo, de buena pasta, honrado y comedido.

Desde el día de la disputa no se hablaban, mirándose entre ojos, como enemigas a muerte, y cuando salió Gregoria de la casa, la cabeza muy levantada, ni se despidió de ella ni de Pablo Aquiles, a quien llamaba mandria, echándole la culpa de todo. Si es la que mató a nuestro padre, ¿qué entrañas ha de tener? dijo Casilda llorando. Triste quedó el caserón, después del rompimiento.

No se recuerda quién, pero él piensa que Anita, se atrevió a manifestar el deseo de una separación en cuanto al tálamo quo ad thorum . Fue acogida con mal disimulado júbilo la proposición tímida, y el matrimonio mejor avenido del mundo dividió el lecho. Ella se fue al otro extremo del caserón, que era caliente porque estaba al Mediodía, y él se quedó en su alcoba.

Palabra del Dia

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