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Actualizado: 14 de junio de 2025


La adversa fortuna de Don Bernardo de Cabrera. Las mocedades de Bernardo del Carpio. Púsoseme el Sol, salióme la Luna. El cerco del peñón de Luis Belez de Guevara. El cautivo venturoso, de Francisco de Barrientos. Un gusto trae mil disgustos, de Montalván. El hombre de mayor fama, de Mira de Mescua.

En Madrid, Por la Viuda de Alonso Martin. A costa de Diego Logroño, mercader de libros," corregido alguna rara vez y completado por la impresión suelta siguiente: "Núm. 16. Comedia famosa El mejor alcalde el rey de Lope de Vega Carpio... Fin. Hallaráse esta comedia y otras de diferentes títulos en Madrid en la librería de Antonio Sanz, en la Plazuela de la Calle de la Paz. Año de 1741."

Si La Cueva hubiese siempre imitado á sus modelos, se hubiera también abstenido de los extravíos á que lo arrastraba su propia imaginación, y siempre apareciera bajo un aspecto más favorable, que aquél con que se muestra el dios Marte á la conclusión de su Bernardo del Carpio, cuando pronuncia la apología del héroe y lo ciñe con el laurel de la victoria, ó cuando en sus Siete infantes de Lara recurre de nuevo á sus amados conjuros diabólicos.

Yendo del Carpio á Almodóvar del Rio dejamos á la derecha del Guadalquivir la antigua Onova, hoy Villafranca; luego, á una y otra márgen, á Casablanca y Alcolea; mira en las Ventas, donde pastan las célebres yeguadas de la Regalada, el suntuoso y moderno puente de mármol negrizco que escitaba la admiracion del viajero Ponz, y del cual dicen los andaluces para ponderar su lindeza, que cuando los soldados de Napoleon lo vieron preguntaron si estaba hecho en Francia.

Un año antes de imprimirse en Valencia la primera parte de las comedias de Lope, apareció en Lisboa el siguiente tomo, hoy bastante raro: «Seis comedias de Lope de Vega Carpio, cuyos nombres de ellas son estos: De la destrucción de Constantinopla. De la fundación de la Alhambra de Granada. Las açañas del Cid y su muerte, con la toma de Valencia. De los amigos enojados y verdadera amistad.

Ya no pudo contenerse doña Ximena; se acercó al joven, le estrechó en sus brazos y le cubrió el rostro de besos, exclamando: ¡Hijo mío, hijo mío! El rey depuso su severidad, y dirigiéndose al joven, le estrechó también en sus brazos, y le dijo: Yo te reconozco; eres mi sobrino Bernardo; te hago merced de la Casa Fuerte y señorío del Carpio.

Grimaldo, Bernardo Carpió, Brabonel, príncipes. Don Aguilar, consejero. Don Fernández, conde. Don Rodríguez, capitán. Dos graciosos. Los doce pares de Francia, ejércitos moros y ejércitos cristianos. Después de lo anterior, ni se marcaba época, ni lugar, ni distribución de escena; bien es verdad que, según iba viendo, para maldita la cosa hacían falta tan pequeñísimos detalles.

En lo de que hubo Cid no hay duda, ni menos Bernardo del Carpio, pero de que hicieron las hazañas que dicen, creo que la hay muy grande.

La pequeña casa de la calle del Carpio continuaba siendo la fragua donde se forjaba la dicha conyugal de los honrados vecinos de Lancia. El que acudía con más constancia era Paco Gómez. La razón, que le habían arrojado de casa de Quiñones a consecuencia de una frase de las suyas.

Que me parece que el sable del señor ha perdido la punta. Se reconoció el sable de Villar, y se vió que no era verdad. Este rasgo de caballerosidad, más propio de la Edad Media que de nuestros tiempos, elevó a don Rosendo, en el concepto público cuando se supo, a la altura de los héroes legendarios, Roldán, Bayardo y Bernardo del Carpio.

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