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Actualizado: 25 de julio de 2025
Nuestros cuerpos proyectaban en la tierra y hacia adelante larguísimas sombras negras. Cada animal, con su jinete, dibujaba en el suelo una caricatura de hombre y caballo, escueta, enjuta, disparatada, y todo el suelo estaba lleno de aquellas absurdas legiones de sombras que harían reír a un chico de escuela.
Con su breve mano de niña levantaba el velo de compasión que había echado siempre su bondad sobre aquella familia enloquecida y bárbara, y se iban presentando en la escena de sus dolores la hermana y los sobrinos de don Manuel en traza alegórica, en caricatura de miedo y de risa.
En la época moderna los escultores procuran también revelar espíritus y símbolos, pero sólo logran hacerlo recurriendo a la deformidad, artificialmente, y así sus obras son casi siempre una caricatura. Nuestra época es incapaz de alzarse hasta la religiosa sabiduría helénica. Inútilmente algunos grandes espíritus han procurado enseñarla. Sus lecciones son voces solitarias, vagamente oídas.
El Faro de Sarrió, en su afán de morder a todos los socios del Camarote, a sus parientes y amigos, la había emprendido desde hacía tres o cuatro meses, con la esposa de Marín. Salieron a relucir todos los secretos domésticos; la vida del matrimonio, la dependencia y degradación de Marín fueron puestas en caricatura.
Sí, sí, usted quiere jugar a los perros de Terranova exclamó el cura satisfecho al ver que estábamos más contentas. Tiene usted razón. La solterona de otro tiempo, aquella caricatura física de la mujer, ha dejado, casi, de existir. Ya no se encuentran aquellos buenos tipos clásicos de trajes anticuados y estrechos como sus ideas.
Gabriel fue a la emigración: «Era un oficial, y no podía jurar fidelidad a la dinastía intrusa.» Esto lo declaraba con la arrogancia aprendida en aquella caricatura de ejército, que extremaba las ceremonias del antiguo militarismo, y en el cual los andrajosos, con el sable al cinto, se transmitían las órdenes llamándose siempre «caballero oficial». Pero el verdadero motivo de que Luna no volviese a Toledo era que le gustaba seguir la corriente de los hechos, viendo nuevas tierras y cambiando de costumbres.
Sin ver en ello el menor rasgo de caricatura, y sin poner ironía en el tono o en el giro de la frase, podíase afirmar de este Barón, tanto a primera vista, como después de hablarle y tratarle, que en su porte, en sus modales, en su conversación y en su traza, era todo un gentil hombre: un caballero muy distinguido.
Señora dijo Congosto con voz hueca, que antes que risa, como otras veces, me produjo un espanto indefinible . Señora, lord Gray morirá. Aquellas palabras retumbaron en mi cerebro. Miré a D. Pedro y me pareció trasfigurado. Aquel espantajo, recuerdo de los heroicos tiempos, dejó de ser a mis ojos una caricatura desde el momento en que me lo representé como providencial brazo de la justicia.
Verdad es que tampoco eran los Indios de entonces como somos los de ahora: tres siglos de embrutecimiento y oscurantismo, algo tenían que influir sobre nosotros; la más hermosa obra divina en manos de ciertos obreros puede al fin convertirse en caricatura.
Palabra del Dia
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