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Actualizado: 15 de junio de 2025


El estómago estragado por la incalculable cantidad de vasos de agua con azucarillo apurados en la cantina del Congreso; callos en los pies por los interminables plantones en el pasillo central, rompiendo distraídamente con la contera del bastón el barniz de los azulejos del zócalo; una cantidad incalculable de pesetas gastadas en coches de punto por culpa de los entusiastas del distrito que le hacían ir todas las mañanas de ministerio en ministerio pidiendo la luna, para contentarse al fin con algunos granos de arena.

Don Lorenzo exclamó Baldomero desde la caballeriza, aquí le han hecho un pericón... Usted que quería verlo. ¡Venga!... Cuando Lorenzo salió de bajo el ombú de la cantina, oyó el compasado y monótono «¡glú!... ¡gluglú!... ¡glúde las guitarras y el «¡ras!... ¡rasrrás!... ¡rasde los pies cepillando el piso al girar de los bailarines, como en las cadenas de los lanceros.

Desaparecen como si la tierra las hubiera sepultado, perdiéndose el rastro de los núcleos más importantes, en los caminos, y de tarde en tarde un grupo incendia un indefenso poblado, ó asalta una cantina; salen las tropas en su persecución y siguiendo la huella que sus caballos dejan en el lodo, llegan por lo regular á un lugar donde esas huellas se multiplican tomando distintas direcciones, y dejan indeciso y sin saber qué rumbo tomar al jefe de la columna.

Junto a la valla que cercaba el perímetro de la estación había una casucha, destinada a cantina, sin el menor deterioro, quizá por ser propiedad de un realista: tenía la puerta cerrada y, sobre ella, se veía este bando allí pegado algún tiempo atrás, manuscrito, con la tinta corrida y el papel humedecido por los aguaceros: DIOS PATRIA REY Comandancia general de Guipúzcoa.

Pida usted perdón a Dios y prepárese de un modo más respetuoso para ser su esposa. El P. Gil se levantó al decir esto gravemente y salió de la barca. Obdulia le siguió con el pañuelo en los ojos. Subieron de nuevo a la estación. En una cantina próxima tomaron caldo y aguardaron la llegada del tren, que no se hizo esperar.

Poco después resonaban las pisadas de su caballo por una estrecha calle que se perdía al pie de la colina, en una ruina caótica de fosos y acueductos, y se apeó delante de las doradas ventanas de una regia cantina.

Una vez adentro, podía tocar el botón eléctrico que se le antojase, para pedir a un ujier lo que tuviera por conveniente; pasear en el salón que mejor le pareciese; sentarse en el diván más cómodo; escribir en los gabinetes al efecto; pedir en secretaría el expediente más difícil de hallar, y en el archivo el libro más extraño; en fin, hasta beber, de balde, un vaso de agua con azucarillo en la cantina de la casa.

Después de esto, el llamado Milord rogó al médico, que ya que estaba en Labarga, se llegase á la cantina de Tocino, el capataz de su confianza, que llevaba varios días inmóvil en la cama por el reuma. Aresti se resistía alegando su viaje á Bilbao. Un momento nada más, don Luis: entrar y salir.

Ramón Bravo. Ademas el día 28 del mes pasado se tomó la cantina del Sr.

De este modo, en el barco puede una darse mejor vida que las otras y dormir aparte, y comprar en la cantina lo que se le apetece, y hasta hacer una cariá, que crea usted que viene aquí gente bien necesitá de que la ayuden. ¡Y allá vamos toos, don Isidro!... Dicen que aquello del Buenos Aires es muy hermoso, y que no hay más que agacharse en las calles pa dar con una onza de oro.

Palabra del Dia

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