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Actualizado: 15 de junio de 2025
Ya tienes otro siete en los calzones que te remendé ayer. ¿Qué has hecho de la perra gorda? ¿Te has comprado más caramelos en la cantina?... Pero mire usted, don Isidro, ¡qué sucio y qué hermoso! ¡Guarro!... ¡Cochinote!... ¡Ham!... ¡ham! Deja que te muerda esos hocicos de cerdo de leche.
Y saltando el primero, ofreció el brazo a Lucía, que se apoyó sin ceremonias, y a impulsos de la sed, echó a correr hacia la cantina, donde algunas botellas empezadas, naranjas a medio exprimir, tarros de horchata y jarabe, frasquitos de azahar, se disputaban un mostrador cubierto de zinc y unos estantes pintados de amarillo.
El doctor cortó la conversación recordando su viaje á Bilbao, y salió de la cantina después de hacer varias recomendaciones para la curación de Tocino. La mujer y el hijo sonreían servilmente, pero con una expresión hostil en la mirada, gravemente ofendidos por la franqueza del doctor.
Como existen en todo campamento, además del supremo consejo que se celebra en la tienda del General, tantos consejillos como grupos de soldados se escalonan aquí y allá, en la cantina o en campo raso, para echar una caña o tirar un par de cartas, nosotros siempre estábamos dilucidando en corros más o menos grandes la eterna cuestión de nuestro encuentro con los franceses. ¡Cuántas veces, reunidos junto a un tambor, donde había un jarro de vino, dispusimos el paso del río, el ataque del enemigo en su posición de Andújar, u otras hazañas de la misma harina!
Debajo de él una cantina, donde los cueros hinchados que guardaban el vino yacían insolentemente sobre las mesas, inmóviles como borrachos. En torno de la cantina y del árbol se había formado una danza que daba vueltas pesadamente, cantando las baladas del país. Nuestra pareja se introdujo entre la muchedumbre.
A la entrada de la cantina existía una especie de jaula de madera con un ventanillo. Dentro de ella estaba sentado ante un pupitre el dueño de la tienda, envuelto en mantas, quejándose á cada momento, pero sin dejar de repasar unos cuadernos viejos, cubiertos de rayas y caprichosos signos, que le servían para su complicada contabilidad.
Palabra del Dia
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