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Actualizado: 7 de junio de 2025


Pero ya miss Harvey se había aproximado á Jenny Hawkins y cogiéndole la mano preguntaba: ¿Qué tiene usted, señora, está usted enferma? ¡Nada! balbuceó la cantante... ¡Nada!

Más instruída que inteligente poseía en el más alto grado la facultad de la fascinación sensual. Era difícil verla sin enamorarse de ella, y sus grandes maneras y su talento de cantante, que le había válido grandes éxitos en los salones aristocráticos de Roma, acababan de apoderarse del ánimo turbado por su belleza.

Después de los incidentes que se produjeron al ponerme en presencia de la cantante, su indisposición, fingida sin duda, y su empeño en huir de eran una confirmación de mis sospechas, casi una confesión. Reflexioné profundamente sobre aquella situación.

Subimos un piso, seguimos el corredor de los cuartos de los artistas y nos detuvimos ante una puerta á la que nuestro guía llamó discretamente, diciendo: ¿Se puede, mi querida miss Hawkins? ¿Quién está con usted? preguntó desde el interior una voz que no era la de la cantante. El señor Pector y dos amigos suyos. Que pasen.

Voy de paso á encargar el brazalete que master Harvey te va á ofrecer. Mi hombre es galante, aunque pastor, y se permite gastar quinientas libras en adornar con perlas el brazo de Jenny Hawkins. Hasta la noche, pues. Atrajo á la cantante, le dió un beso fraternal en la frente y salió silenciosamente con su paso misterioso. Cuando desapareció, Lea se dejó caer desesperada en una butaca.

Ya que le gustan a usted las negras, quedará satisfecho: tengo precisamente en mi troupe tres hermosas negras. Kotelnikov palideció ligeramente, lo que no advirtió el director, absorto en sus cavilaciones sobre el café cantante. Tiene usted que darle un billete gratuito para toda la temporada. El director consintió.

Vigilar estrechamente á la cantante y á Sorege y estar pronto á intervenir, si llega el caso. De todos modos nos informará minuciosamente de lo que hagan vuestros adversarios. Yo estoy en vacaciones y no intervengo en este asunto más que como particular; un amigo vuestro y nada más. He dejado en París mi título y mis funciones.

Este, a su vez, le condujo a un café cantante y le presentó al director, el señor Jacobo Duclot. Este señor dijo el revistero al director, haciendo avanzar a Kotelnikov adora a las negras. Nada más que a las negras; las demás mujeres le repugnan. ¡Un original de primer orden!

Si la fotografía representaba á Jenny Hawkins, tal como la había visto en San Francisco, la partida se perdía y habría que creer en una semejanza sorprendente entre la cantante y Lea Peralli. Pero si no era Jenny... Miró de repente el retrato y lanzó un grito: ¡No es Jenny Hawkins! ¡Vamos, caballero, dijo Campistrón con una sonrisa de condescendencia, usted bromea!

Dispénsenos usted, señora, contestó Tragomer; el paso que nos atrevemos á dar cerca de usted es bastante delicado. El señor y yo buscamos á una cantante que anda corriendo el mundo en una compañía lírica, y hemos tenido la idea de dirigirnos al señor Campistrón, que según se nos ha dicho, no tiene rival en esta clase de informes, á fin de saber dónde puede encontrarse ahora esa compañía.

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