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Actualizado: 24 de junio de 2025
Todo había cambiado; su vocación religiosa, su pacto serio con Jesús la obligaban de otro modo más fuerte que los lazos demasiado sutiles del deber vagamente admitido por la conciencia, sin pensar en sanción divina. Antes no quería pecar por dignidad, por gratitud, porque... no.
Nos lamentamos entonces de la inestabilidad de las cosas humanas y porque nosotros no tenemos ya aptitud para gozar de bellezas que nos arrebatan, acusamos locamente a la naturaleza de haber cambiado.
Pero desde ayer he cambiado por completo y soy tan ardiente partidario de la inocencia de ese muchacho como antes estaba dispuesto á creer en su culpa. ¿Y por qué desde ayer? preguntó la señorita de Freneuse. ¿Por qué esa modificación de su espíritu? ¿Quién la ha causado? ¿Ha sabido usted algún hecho que ilumine la situación con una luz nueva?
¡Vos! exclamó Roger apasionadamente. ¡Vos sois un ángel del cielo, mi único pensamiento, mi vida entera! ¡Oh, Constanza, sin vos no puedo vivir, como puedo dejaros sin una palabra de amor! Desde que os ví por vez primera todo ha cambiado para mí. Soy pobre y no de vuestra alcurnia, aunque de origen noble, pero os ofrezco un amor acendrado, una adoración constante y eterna.
Cada persona se mantenía en su lugar, y el que estaba obligado á acatarnos, no llegaba nunca hasta nosotros sino con el mayor respeto y cortesía. Hoy todo ha cambiado. ¡Hoy todo ha cambiado! ¡Cómo ha de ser! exclamó Paz, que después de incalculables esfuerzos consiguió su objeto, el cual consistía en que una lagrimita rodara por sus mejillas atomatadas.
¡Sí, también yo soy prostituta! respondió con apresuramiento, casi con orgullo, una muchacha no menos bien trajeada. Estaba muy contenta de verse en la sala del tribunal, donde todo le gustaba. Había ya cambiado algunas miradas con el joven abogado. ¿Y usted? ¿Quiere prestar juramento? Sí, con mucho gusto. ¿Ve usted, Karaulova?
Te hubiera reconocido entre cien mil personas, sin antecedentes, sin estar prevenida, sin aviso de que estuvieses tú entre ellas. Además, ¿qué mérito hay en mí? Quien te ve una vez no es posible que te olvide. Gracias, gracias; me confundes con tus elogios indulgentes y generosos. Digo la verdad. Y luego tú no has cambiado en la cara.
Dolores había cambiado en los dos años que no la veía. Era una mujer, pero una mujer espléndida, hermosísima. Yo empecé a sentirme como en un sueño. ¿Será la vida así? pensaba al retirarme a la fonda.
Mis recelos y temores de que el secreto había sido obtenido por medios infames, han quedado, al fin, enteramente disipados; y la mancha que pesaba sobre la memoria de mi pobre padre ha desaparecido. ¿Y el misterio de su muerte? le dije, asombrado de esta notable revelación de estratagemas y de engaños. ¡Ah! suspiró, he cambiado de opinión.
Así, la pequeña hebra líquida, apenas perceptible, se ha cambiado en arroyuelo, y más tarde en verdadero torrente. Con los nuevos barrancos tributarios aumenta el caudal de sus aguas, é impetuoso y alborotador, sale al fin de los desfiladeros del monte para correr más lentamente por el ancho valle dominado sólo por las redondeadas colinas.
Palabra del Dia
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