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Actualizado: 24 de junio de 2025


Con verdadera satisfacción podemos asegurar en el día que las cosas han cambiado mucho mejorando, y que nuestra incomunicación literaria rara vez llega a extremo tan lastimoso. Sobrados vestigios quedan de ella todavía por donde, si no puede justificarse, se explica al menos la propensión al regionalismo.

Y recordó algunas escenas que presenciara, en las que se demostraba ese geniazo de la Pepa. ¿No había llegado una vez a tirar una cacerola a la cabeza de su marido, el cochero de la casa, porque éste pellizcara a Juana, la hija del capataz?... ¡Cómo había cambiado esta mujer bajo el dominio fascinante del Chucro!...

Pero, por fortuna para Juan Montiño, éste vió el pistolete, y tocó con el único tajo que había tirado al brazo de don Bernardino; el tiro fué al suelo; don Bernardino, que había cambiado la espada á la mano izquierda para apelar á aquel recurso villano, estaba fuera de combate; no podía valerse del brazo derecho. Velludo estaba acobardado, y había bajado la espada.

El mar, el poderoso mar, quizá demasiado soberbio, no quiere que el hombre le señale. El hombre ha cambiado mil veces la faz de la tierra sembrando ciudades, cortando montañas, haciendo excavaciones inmensas, barrenando istmos: pues bien, la superficie del mar está hoy como al dia siguiente de haber brotado del soplo de Dios, y así estará hasta el último y postrero instante del mundo.

No han cambiado una palabra, una mirada, un pensamiento que pueda temer la luz del día; pero sus almas han perdido la flor de la inocencia. Llega la víspera de San Juan. Sopla un viento caliginoso. La tierra está como embriagada; desaparece bajo las flores.

No dijo con voz humilde . Es imposible, á causa de eso mismo. ¡Mi hijo! ¡cómo me ha cambiado mi hijo!... Yo lo que significa todo eso de amor. No somos dos adolescentes que se engañan con ilusorias purezas y hablan del alma y del cielo, mientras sus cuerpos se buscan con un impulso natural.

Pronto concibió por un amor de cabeza, vivamente transformado en amor de los sentidos. Al cabo de unas semanas su existencia había cambiado por completo. Ya no recibía á ninguna de las personas á quienes encontré en su casa, y que fueron reemplazadas con increíble facilidad por mis amigos y sus queridas. Aunque distinguida por educación, no tenía el sentido de las distancias sociales.

Yo vivía en Marysville, el 53: todos me conocían por cierto con razón. Yo tuve el Salón Polka, hasta que vine a vivir aquí con Juan. Como de esto hace seis años, tal vez he cambiado algún tanto.

El demonio debe ir suelto por el claustro alto. ¡Cómo me han cambiado a esta gente! Luna adivinaba el pensamiento de don Antolín: entendía sus alusiones al demonio que andaba suelto por las Claverías. Aquel demonio era él. Tenía razón el Vara de plata. Sin quererlo, había introducido la perturbación en la catedral.

Cuando al otro día fue el canónigo a hablarle hallolo cambiado: cerdeaba, gruñía, sacudía la cabeza, hablaba con palabras entrecortadas del lujo con que habían criado a Fernanda, de los grandes gastos que el matrimonio trae consigo. En resumidas cuentas, pedía una dote. El penitenciario, que era hombre justificado y de genio vivo, no pudo contenerse ante tal vileza y le llenó de denuestos.

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