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Actualizado: 11 de junio de 2025
Doña Lupe, por cortesía, afirmaba que era una barbaridad que no le hubieran dado a él la lectoral. La ira de la señora de Jáuregui no se calmó con el feliz éxito del almuerzo... y siguió machacando sobre la pobre Papitos.
Nazaria, que juntamente con la fiereza tenía la inocencia de la bestia cornúpeta a quien tan fácilmente engaña un vil trapo rojo, se calmó y sintió dolor muy vivo de haber ofendido a su gigante. Así procede siempre, pasando de salvajes cóleras a vergonzosas condescendencias, toda esa gente desalmada, ignorante y tan incapaz de calcular sus intereses como de refrenar sus pasiones.
Quando calmó un poco la desolacion de esta espantosa peste, vendiéron á los esclavos del Dey.
Tan violento fue que el conde Enrique se llenó de miedo, llamó al aya e hizo que trajesen a Poldy una taza de tila. Cuando al fin se calmó Poldy, y cuando pasó su risa insana, empezó a suspirar y a sollozar, y derramó un mar de lágrimas. Todavía se notaba en ella un raro movimiento nervioso.
Lúnes 31, corrieron con el mismo temporal que fué mas terrible que todos los pasados, hasta las diez del dia que calmó el viento, y á medio dia se hallaron en 48 grados y 47 minutos de latitud. Por la tarde, cuando lo permitia el viento, que fué poco y vario, navegaron al oeste para tomar otra vez la costa, que el temporal les habia hecho perder de vista.
Siguió sin hablarme, visiblemente disgustado, hasta que al fin volvió otra vez a mí sus ojos de fiebre. De veras, de veras me juras que te parece linda? ¡Pero claro, idiota! Me parece lindísima; ¿quieres más? Se calmó entonces, y con la reacción inevitable de sus nervios femeninos, pasó conmigo una hora de loco entusiasmo, abrasándose al recuerdo de su novia. Fuí varias veces más con Vezzera.
El aviso de la visita de la santa calmó bastante a la madre; pero no al hijo, que no entendía aún ni jota de santidades. Presentose la dama a las nueve, acompañada de Estupiñá; y después de saludar a Segunda como si fuera esta la señora más encopetada, pasó, y antes de decir nada a la que fue su amiga, examinó bien a Juan Evaristo Segismundo.
Partióse de este puerto Santiago En breve con un próspero y buen viento: Mas entrando á la mar y grande lago, Calmó, y todos perdieron el contento. Algunos lo tuvieran por buen pago A España se tornar, porque el aliento Faltaba, desque entienden alargarse El tiempo, y la jornada no acabarse. Despues de aqueste tiempo la doblaron, Y en demanda al Brasil las velas dieron.
No se calmó hasta que sintió en la mano dos monedas de plata, sobre las cuales se crisparon sus dedos; y, como si el esfuerzo la hubiese aniquilado, sus párpados se cerraron y su aliento anheloso se suspendió un instante.
Ambos la contemplaron largo rato en silencio con éxtasis, pendientes del levísimo soplo que hinchaba y deshinchaba aquel tierno cuerpecito. Fue un instante feliz. El conde, olvidado de sus temores, se calmó: una sonrisa de vivo placer se esparció por su fisonomía dulce y melancólica.
Palabra del Dia
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