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Actualizado: 14 de junio de 2025


Entonces Zoraida o Carmen, con cierta suave violencia, se lo quitaban. ¿Por qué? les preguntaba sorprendida. Ellas callaban, mirándose. Zoraida, que era música, solía sentarse al piano y ejecutaba con maestría motivos de Chopin o de Beethoven. A veces lo hacía como jugando, interrumpiéndose a cada rato por seguir la conversación de sus hermanas.

El cura hablaba, moviendo brazos y manos con lenta oscilación para que saliese la hebra, el ovillo crecía, pasando de nuez a manzana, de manzana a calabaza, y los dos hermanos oían y callaban, el uno inmóvil, el otro marcando cada vuelta de la madeja con un golpecito dado con las tenazas en el borde de la chimenea.

Una tarde que Emma le arrojó de su alcoba por haber confundido los ingredientes de una cataplasma ¡caso raro! , Bonifacio entró en la tienda de paños más predispuesto que nunca a la voluptuosidad de los recuerdos. Don Críspulo estaba en su asiento privilegiado. La viuda hacía calceta enfrente del relator. Ambos callaban.

No, mujer. ¡Dale! Vienen y vienen. ¿Te convences, porfiosa? Es que les gustaste . No, . El del azafrán viene a casarse contigo. Pues a ti te mira mucho el clérigo mal comparado. ¡Chssss! Callar, que están cerca, alborotadoras de Judas. ¡Callaban! Que callen ellos si les da la gana. Y Amparo y Ana cantaron a dúo: Me gusta el gallo, Me gusta el gallo, Me gusta el gallo Con azafrán...

Con esto que dijo, hizo que todos se acomodasen y le prestasen un grande silencio; y él, viendo que ya callaban y esperaban lo que decir quisiese, con voz agradable y reposada, comenzó a decir desta manera: Capítulo XXXIX. Donde el cautivo cuenta su vida y sucesos

Ambos callaban; pero la emoción de Maxi era más viva y difícil de dominar que la de su amigo. Y al poco rato, un llanto tranquilo, expresión de dolor verdadero y sin esperanza de remedio, brotaba de sus ojos en raudal que parecía inagotable. «Son las lágrimas de toda mi vida pudo decir a su amigo , las que derramo ahora... Todas mis penas me están saliendo por los ojos».

Callaban todos y mirábanse todos: Dorotea a don Fernando, don Fernando a Cardenio, Cardenio a Luscinda y Luscinda a Cardenio.

Las dos mestizas comían y callaban, el capitán servía, el fraile se reservaba, Luís mascullaba el prosáico español cocido, y un servidor de ustedes espiaba la ocasión para tomar un buen punto de luz que llenase por completo á mis modelos. Sobre la paleta tenía combinadas dos tintas desde que principié á analizar á las dos mestizas que comían frente á .

Callaban, pero su gesto era de frialdad ante la distancia enorme de aquel porvenir en el que depositaba el maestro sus esperanzas de bienestar. Ellos lo querían al momento, con la avidez del niño al que se muestra una golosina poniéndola después fuera de su alcance. El sacrificio, la obra lenta en favor del porvenir, no les entusiasmaba.

21 Me oían, y esperaban; y callaban a mi consejo. 22 Tras mi palabra no replicaban, mas mi razón destilaba sobre ellos. 25 Aprobaba el camino de ellos, y me sentaba en cabecera; y moraba como rey en el ejército, como el que consuela llorosos. 1 Mas ahora los más mozos de días que yo, se ríen de ; cuyos padres yo desdeñara ponerlos con los perros de mi ganado.

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