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Actualizado: 26 de junio de 2025


Yo gozaba, no sabré deciros qué placer; pero me sentía feliz y joven, y poderoso: me sentía engrandecido. , la dije, mientras ella callaba, con la vista inclinada, las mejillas encendidas, sobresaltada: quiero que no vuelvas al taller. ¿Y qué he de hacer? me dijo. ¿Gravar a usted? ¿vivir en el ocio? No, no podría. Quiero que entres en un colegio. ¿Y para qué? No: eso no puede ser.

Don Quintín sonreía y callaba, esperanzado con tomar secreta venganza de tan ofensivas frases, a falta de Mariquilla, en brazos de Carola, aunque no fuese más que una o dos veces por semana. Lo peor era que, sorbido por el amor, se cuidaba muy poco del estanco.

Lo que doña Manuela callaba eran las sospechas vehementes de que su amiga explotaba sus apuros, guardándose los «picos» de las cantidades facilitadas por los prestamistas. La viuda tenía la altivez de los grandes señores que creen de buen tono dejarse robar descaradamente por sus criados.

Don Álvaro agradecía «la delicadeza» de sus cómplices y callaba también, tranquilo y satisfecho. A fines del mes comenzó la dispersión general; todos los que tenían cuatro cuartos, y muchos que no los tenían, dejaron la capital y buscaron la frescura de la playa.

Fulguraban sus ojos como dos puñales; relucían como dos soles. El vicario callaba y la miraba casi con terror. Ella recorrió la sala a grandes pasos. No parecía ya tímida gacela, sino iracunda leona.

Callaba Salvador entristecido y confuso. Don Manuel miraba vagamente una nubecilla blanca que se deshacía en jirones leves, sobre el fondo gris de un cielo huraño. Volvióse hacia el joven, y le dijo de pronto: ¿Sabes que ayer estuvo aquí el notario de Villazón? El muchacho interrogó perplejo: ¿Estuvo? ; yo le había mandado decir que deseaba verle.

La niña no se convencía, y a estas razones oponía otras muy cuerdas. Pero la pícara se callaba lo principal, y lo principal era que tenía otro novio, a quien de veras amaba. Este otro era un oficial de Artillería, llamado, de muy buena presencia y gentil figura.

Yo conozco mucho el género; las mujeres son mi flaco...: lo tengo en la masa de la sangre, chico; ya ves, mi padre..., mis abuelos..., mi tío.... Salvador callaba mirando a Fernando de hito en hito con ardiente ansiedad.

Callaba su viaje á Villeblanche; no quería contar sus aventuras durante la batalla del Marne. ¿Para qué entristecer á los suyos con tales miserias?... Se había limitado á anunciar á doña Luisa, alarmada por la suerte de su castillo, que en muchos años no podrían ir á él, por haber quedado inhabitable.

Andrés entró en la rectoral, dio la última mano a su equipaje, fue a la cuadra a ver cómo había bajado el caballo, y cuando llegó la hora se puso a cenar con su tío. Mientras duró la cena hablaron poco. Andrés estaba preocupado e impaciente; su tío mostrábase triste, y viendo que el sobrino lo estaba también, callaba, agradeciéndole esta tristeza, que creía originada por la marcha.

Palabra del Dia

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